domingo, julio 05, 2009

DE JUNIO A SEPTIEMBRE


Conforme se han ido acercando las fechas, quienes participan de la idea obraron como cabía esperar. Acudieron a gimnasios y centros de belleza para lograr unos cuerpos superlativos, la fachada escultórica de éxito según las tendencias modernas que ha de lucirse en playas, piscinas y saraos. Sin embargo, mostrarse pletóricos y exquisitas resulta ser el fin menor a pesar de las exigencias sociales que tanto nos preocupan. Y es así porque, lo que de verdad importa es lograr una forma física a prueba de guerrero. ¿Cómo si no? ¿Ustedes les han visto? Desfilan camino de la tórrida parrilla de arena ungidos como animales de carga. Llevan las butacas, la mesita plegable, neveras para líquido y para sólido, pequeño camping gas, televisión y ordenador personal portátil, bolsas con objetos de higiene, electrónicos y demás recreo. Sombrilla, flotadores, tablas, paletas, toallas. Comida para bebés, pañales, cestita para el mismo, cubito y rastrillo. Instalan y despliegan todos los efectos y, cuando llega la hora, todo a su lugar y regreso. Comprenderán que hacen falta músculos y estar en perfecta forma para soportar una semana o quince días a ese tren, tralla propia de estibadores portuarios, y llegar al fin con cierta dignidad. Que ellas proclamen cierta carencia glamurosa mediante un inevitable volumen de barriga cervecera y que ellos se sumen a la falta de decoro porque no llegaron a aplicarse como debían a la hora de entrenarse, de manera que sus nalgas semejan deformados relojes escurridos de Dalí, no tiene la más mínima relevancia. Fuerza es lo que se necesita, capacidad para imitar a tortugas y caracoles ejemplos de la fauna y paradigma de lo que es llevar la casa a cuestas. Porque eso es lo que toca ahora, sobre todo contando con que la orden ecológica es demoler todo chiringuito bar o terraza que no esté a la distancia saludable según se les antoja a estos señores y señoras de la lechuga entre los dientes. Sin servicios, ni siquiera en las inmediaciones de la desembocadura turística por excelencia, a la afición por trasladarnos a todo confort se le suma la propia indigencia sobrevenida al faltar esos templos de fritura y lúpulo de siempre. Yo es que les veo como mulas sin descanso en el estío y me dan pena. Total, si bastan calzoncillos o braguitas, toalla y bronceador para tomar un baño, saberse en armonía prudente con el sol y disfrutar del mar a pie. Pues no, de diez a ocho que hay que rentabilizar el corralillo dorado- seguramente obtenido a sangre y fuego contra todo otro vecino- y más aún ahora, con la crisis. Pues bueno, pues vale, pues me alegro, que somos como somos y luego nos quejaremos además. Gentes sin oficio ni beneficio propios de una mala comedia que empieza en Junio y acaba en Septiembre.

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