lunes, agosto 21, 2006

BESOS PÚBLICOS


También los besos ruedan, que yo los he sentido redondos, pero me refería a los que recibe un niño de su madre, pasajeros del autobús que me acaba de preceder sobre el paso de peatones que cruzo urdiendo lo que sigue palabra por palabra... Esos que digo o los que la chica vecina del conductor, que va conversando al lado de él porque está indudablemente enamorada, al insinuarse promete, y pudieran dar lugar a un accidente de tráfico urbano, sin duda de consecuencias en las que es mejor no pensar. Son besos que si se dan o no se dan, si los inicia ella o él suponen lo mismo: una posibilidad de afecto a la que se da cauce cuando no conviene puesto que también hay besos inoportunos. El más famoso, me parece, aquel que dio Judas por treinta monedas en el Huerto de Getsemaní: “El traidor les había dado esta señal: . Al instante llegó y se le acercó, diciendo: Rabí, y le besó “ (San Marcos 44 y 45)... Mas yo pensaba en multitud de besos. Lugares donde los besos originan un rumor acuoso como de chapoteo no necesariamente veraz. Por ejemplo, bautizos, comuniones, bodas, cumpleaños, comidas de empresa, cenas de Navidad y otros acontecimientos menos familiares, sea cual fuere la forma de familia propiamente dicha. Digo de la entrega de premios literarios dónde presumo- como a mí ni me han concedido ninguno carezco de informaciones directas- los labios son utilizados como cuando se pretende humedecer la estampita de correos que ha de hacer carta a la carta en el sobre: de modo que pegue bien con todo, tenga o no, contenido. Y digo de toda otra manifestación cultural que se celebre, cual ocurre cuando se estrena una obra de teatro o las estrellas pasean sobre la alfombra roja antes de la ceremonia de entrega de los Goya... Son besos que se multiplican y no precisamente por cero, como diría Burt Simpsom. Besos que pertenecen a la mecánica social, que suceden ante las cámaras de televisión cuando se encuentran los estadistas, aparecen los famosos para relatar el tono de color exacto de su cubo de basura, o lanzan como cuchillos amorosos que de las manos del lanzador de circo salieran disparados, los ciudadanos de a pie invitados a esos escaparates catódicos donde exhiben sus bragas y calzoncillos de marca. Besos torrenciales que se solicitan a deportistas, cantantes o hábiles artesanas especialistas en el encaje de bolillos de ponerse de moda tal actividad. Besos por internet, en el hospital, en el aeropuerto, en la casa de masajes, a la hora del botellón, en el teléfono móvil y en el tanatorio. Pero también hay lugares en los que los besos son imposibles, pertenezcan al aluvión de los inconsistentes- muack, muack, muack- o a los que se cuentan sin necesidad de ser contados: lugares donde beso que no se da será por algo... Queden a criterio de los presentes, reflexión o pensamiento, esos sitios, espacios, edades y medidas en los que besar es un “no” porque, como la mujer española, no se besa a cualquiera y en cualquier plaza. Y no vale decir que la guerra sí en el caso de considerar la guerra de Gila como guerra. He dicho.

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