domingo, agosto 20, 2006

EL AFICIONADO

¿Quien pude relacionar a Fredric Brown con esta imagen? Y, ¿quién es o era Fredric Brown?... Pues fue uno de los más ingeniosos y divertidos escritores de ficción cientéifica, fantasía y misterio de la literartura americana y mundial... El caso es que la paradoja era uno de sus fuertes y, hoy domingo, para esbozar al menos una sonrisa de ironía cómplice, de FREDRIC BROWN:

EL AFICIONADO

-Escuché un rumor -dijo Sangstrom-que dice que usted--... Giró su cabeza y miró alrededor para estar absolutamente seguro de que él y el boticario estaban solos en la pequeña farmacia. El boticario era un hombre pequeño, encorvado y con apariencia de gnomo y podía tener cualquier edad entre los cincuenta y los cien años. Estaban solos, pero en todo caso Sangstrom bajó la voz-... que dice que usted tiene un veneno completamente indetectable.
El farmacéutico asintió. Salió del mostrador y cerró la puerta principal del negocio, luego caminó hacia el vano de la puerta detrás del mostrador. -Iba a tomar una taza de café -dijo. Venga conmigo y tómese una.
Sangstrom lo siguió por detrás del mostrador y pasó la puerta hacia una habitación rodeada por estantes llenos de botellas desde el suelo hasta el techo. El boticario enchufó una cafetera eléctrica, cogió dos tazas y las colocó sobre una mesa que tenía una silla a cada lado. Le indicó a Sangstrom que tomara una de ellas y se sentó en la otra. -Ahora -dijo- cuénteme a quién quiere matar y por qué.
-¿Acaso importa? -preguntó Sangstrom. No es suficiente con que yo pague por...
El farmacéutico lo interrumpió levantando la mano. -Sí, importa. Debo estar convencido de que merece lo que yo le puedo dar. De otro modo-. Se encogió de hombros.
-Está bien -dijo Sangstrom. El quién es mi esposa. El porqué-. Comenzó la larga historia. Antes de que hubiera terminado, la cafetera había acabado su trabajo y el boticario lo interrumpió brevemente para alcanzar el café. Sangstrom concluyó su historia.
El pequeño farmacéutico asintió. -Sí, ocasionalmente preparo un veneno indetectable. Lo hago gratis. No cobro por él si creo que el caso lo merece. He ayudado a muchos asesinos.
-Bueno, -dijo Sangstrom- entonces démelo por favor.
El boticario sonrió. -Ya lo hice. Para cuando estuvo el café había decidido que usted lo merecía. Era, como le dije, gratis. Pero hay un precio por el antídoto.
Sangstrom palideció. Pero ya había anticipado -no esto sino la posibilidad de una traición o alguna especie de chantaje. Sacó una pistola de su bolsillo.
El pequeño farmacéutico dejó escapar una risita. -No se atreva a usar eso. ¿Puede encontrar el antídoto -señaló los estantes- entre esas miles de botellas? ¿O quizás encuentre un veneno más rápido y virulento? O si cree que estoy mintiendo, que en realidad no está envenenado, adelante, dispare. Sabrá la respuesta dentro de tres horas cuando el veneno empiece a hacer efecto.
-¿Cuánto quiere por el antídoto? -gruñó Sangstrom.
-Una suma razonable, mil dólares. Después de todo, uno tiene que vivir de algo; incluso si su afición es impedir asesinatos, no hay razón por la cual no pueda sacar dinero de ello, ¿o sí?
Sangstrom refunfuñó y bajó la pistola, pero la dejó al alcance de la mano y sacó su billetera. Tal vez después de tener el antídoto todavía podría usar esa pistola. Contó mil dólares en billetes de cien y los colocó sobre la mesa.
El boticario no intentó levantarlos inmediatamente. Dijo: -Y otra cosa -por la seguridad de su esposa y la mía. Escribirá una confesión de su intención - intención que ya no tiene, creo- de matar a su esposa. Luego esperará a que yo vaya y la envíe por correo a un amigo mío en el departamento de homicidios. Él la guardará como evidencia en caso de que alguna vez decida matar a su esposa. O a mí, en realidad.
-Cuando la carta esté en el correo, podré regresar con tranquilidad aquí y darle el antídoto. Le alcanzaré lápiz y papel. Ah, otra cosa - aunque en realidad no insisto en ello. Por favor ayude a esparcir el rumor sobre mi veneno indetectable, ¿quiere? Uno nunca sabe, señor Sangstrom. La vida que se salva, si uno tiene algún enemigo, puede ser la propia.

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