domingo, octubre 08, 2006

LA PRESTIDIGITACIÓN DE LAS PALABRAS


El uso de las letras, su conjunción a fin de elaborar palabras y propiciar el lenguaje, puede ser, de hecho lo es, una albur de prestidigitación. Un juego rayano en la perversión o en la virtud, como parece ser que hay magia negra y magia blanca. Véase sino... He aquí que, con la adición de una sola letra, como vi recientemente escrito en un cartel, el aula destinado al estudio de una determinada especialidad médica, trocó su naturaleza inicial en “jaula”. Algo no demasiado difícil si se tiene en cuenta que, para muchos, una estancia dispuesta a fin de ampliar conocimientos, puede resultar cercana a los sótanos del suplicio. Y también es fácil- invoco al irrepetible y gran ilusionista Juan Tamariz- convertir “aula” y “jaula” en persona: basta decir Paula y que la propia identidad de la citada nos informe sobre los atributos positivos o negativos que le correspondan. Así, podemos hacer de Paula, sustituyendo la letra “pe” por una “eme”, una cobarde, despreciable, tramposa, mala pagadora, perezosa, holgazana, incumplidora e inútil. Mas, si añadimos una “erre” de forma que pudiéramos decir Paular, atribuiríamos condiciones místicas y de bondad, como las que se les suponen a los religiosos que se hicieron cargo de la célebre Cartuja de Santa María del Paular- sita en la provincia de Madrid- en agosto de 1390, a la persona Paula. Pero esto tiene que ver más con el recreo y habilidad de los que entretienen su tiempo jugando al Intelet, se me dirá, que con cualquiera otra suerte o sortilegio. Y puede que sea así: un tanto de ingenio y mucho de fabulación. Sin embargo, en ese mismo lugar dónde aula se convierte en jaula, un letrerito bien a la vista por su tamaño y difusión, dando voz a quienes tienen que ver en el asunto, reza: EN ESTE HOSPITAL ESTÁ PROHIBIDO FUMAR. No cabe duda, no hay lugar a la discusión. Ocurre empero que, la cabecera del cartel, de indudable patronazgo institucional- órganos de salud, autoridades autonómicas y ministeriales cuyos membretes figuran, dan fe de la exhortación- queda transformada, cuando admite que aparezca la siguiente recomendación bajo el enunciado que se acaba de leer: SI USTED DESEA FUMAR, SÁLGASE A LA CALLE... Y este sí que es un cambalache. Aquellos que se erigen en garantes de la lozanía general coartando la libertad de algunos e impiden que se consuma tabaco en el recinto antes dicho, por mor de una frase suplementaria, devienen en “coleguitas” capaces de guiñar cómplices el ojo que todo lo ve y mostrar el truco, señalar el sitio donde lo punible deja de serlo. Por lo tanto, la intervención de algún mago poderoso- o algún brujo, o algún demonio como esos que combaten las “Embrujadas “ de la tele- para convertir en tolerantes, casi amiguetes, a los que claman por la erradicación de una costumbre parece evidencia sin contrarréplica posible. No de otro modo se entiende que las autoridades competentes, empecinadas en el bienestar de los ciudadanos caiga quien caiga, con el norte puesto en que se reduzcan al mínimo los humos procedentes de la quema de cigarros y cigarrillos, en vez de centrar su mensaje en la restricción pura y dura, hagan por dar cuartel a los que “persiguen”. Y esto ha de obedecer, sin duda, a encantamiento, alquimia o transmutación... Porque, retraso mental, no puede ser, ¿verdad?

No hay comentarios: