Dos veces me han pedido lo mismo y sólo una pude responder a tiempo. Y la persona que solicitó de mí lo que todavía callo, hubiera merecido, como su tía y como su madre, un ramillete de palabras sobre el mármol de sus tumbas. Sé que la noble seductora a la que conocí durante sus últimos destellos, gracias a su sobrina, recibió los honores a los que me refiero, precisamente con la impronta de mi propia voz por escrito. Y ella, que también lo quiso para su madre, y lo tuvo aunque sin mi concurso, tiene de mi parte ahora y cada día esa orla de postrer afecto a la que llamamos epitafio. Circunstancias que no vienen al caso en estos precisos instantes impidieron en su día distinto trato pero, al igual que las personas a las que mucho quise en vida y ya no están, porque se recuerda, al menos un día al año, a los que dejaron un rastro de bien en nuestras vidas, ofrezco mis respetos y proclamo mi cariño inacabable. No necesito probarlo porque a mí no me engañaré pero, puesto que durante esta acometida que ha supuesto pasar de octubre a noviembre costumbrista en cada paso, ora galante como Don Juan, ora burlón como los fantasmas y las ánimas resucitadas con el propósito de deparar mil y un sustos, también ha lugar para detenerse con más fervor e invocar a los que siempre serán en uno… Gracias a ellos, a ellas y sin circos, sin peregrinaje de flores al por mayor u otras alharacas, a fecha de hoy, a día de todos los días que vengan, no hay cariño más grande que mi cariño ni recuerdo imperecedero como lo es en mí su latido en las alegrías y en las penas…
Sin nombres, que sólo a mí importan.
Sin nombres, que sólo a mí importan.
1 comentario:
Cada post de este blog es bárbaro !
Cada elección tuya para actualizar es exquisita.
De verdad te felicito.
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