Se lo decía y me escuchó mientras lo leía en voz alta: se podrá estar de acuerdo o no con lo que propone Raúl del Pozo, pero es tan emocionante dar con una pieza suya...
12 de Marzo de 2008. EL MUNDO
Por Raúl del Pozo
Qué lío en la calle Génova: cámaras, Audis, ovaciones sádicas. Madrid no vivió el deleite de la guillotina, tuvo que conformarse con garrote y autos de fe. A lo largo de los siglos la gente del Foro observaba con delectación los cambios de regímenes y la huida de los reyes. Es lo que Pla llamaba la frivolidad de Madrid. Estos días se divertía escudriñando cómo descabalgaban del burro a Rajoy, que al final se ha agarrado a las orejas y ha dicho que no dimite. Bajé desde Colón al Museo del Prado pensando que sin Cataluña nadie puede llegar a ser presidente. A Rajoy no lo han descrismado los españoles, sino los catalanes. Me puse delante del Conde Duque de Olivares y le dije: «Don Gaspar, bájese del caballo y reconozca sus errores; es verdad que sus yerros después fueron superados por los Borbones, pero el enfrentamiento entre Barcelona y la Corona empezó en su tiempo. No es, no era, no será verdad, como Vuestra Excelencia decía, que el primero y el mayor negocio es allanar Cataluña».
El Conde Duque estaba imponente con su armadura bengala y su banda carmesí de general. Como no me contestaba, al abrigo de su clarísimo nombre, le expliqué: «Sabe lo que es sufrir por España desde que sacaba de la alcoba real el orinal del príncipe, pero siempre miró Vuestra Grandeza mal a los catalanes y a los judíos, siendo bisnieto del converso; no apagó las hogueras de la Inquisición aunque fuera el esclarecido príncipe que favoreció las buenas artes. Precisamente aquellos judíos que se fueron inventaron el marxismo y la autocrítica, que consiste en reírse de sí mismos y de sus rabinos».
(El psiquiatra Juan Medrano explica que dos supervivientes del Holocausto se encontraron. Uno de ellos estaba comiendo colonia, el otro preguntó: «Moyshe, ¿por qué comes eso?»; Moyshe respondió: «Así oleré mejor cuando me conviertan en jabón». Es el humor como heroísmo. El relato tendría connotaciones diferentes si lo contase un verdugo nazi).
Somos demasiado dogmáticos para hacer autocrítica, incluso el día de la muerte, en las horas previas a la primera noche tranquila que nos espera, pero la autocrítica y la sinceridad rejuvenecen. Reconozcamos que no entendimos a Cataluña. Ni en su tiempo, ni en el de Azaña, ni en el nuestro. Azaña enunció aquella fatídica ley según la cual había que bombardear Barcelona cada 40 años. A nosotros nos parecía el nacionalismo mierda pequeñoburguesa, patriotismo tragaperras. Ahora un leonés de 1.000 años, la edad del idioma castellano, se ha metido en el laberinto y ha salido diciendo que se puede hacer Cataluña sin destruir España. Tal vez, Excelencia, sea el momento de bajarnos del caballo y suprimir la postura escorzada de la España que llegaba de Madrid a Oceanía. Ni el borrego de la Legión, ni allanar Cataluña. ZP ha entendido algo el problema catalán y Cataluña ha decidido su triunfo.
DEL CONDE DUQUE A RAJOY
12 de Marzo de 2008. EL MUNDO
Por Raúl del Pozo
Qué lío en la calle Génova: cámaras, Audis, ovaciones sádicas. Madrid no vivió el deleite de la guillotina, tuvo que conformarse con garrote y autos de fe. A lo largo de los siglos la gente del Foro observaba con delectación los cambios de regímenes y la huida de los reyes. Es lo que Pla llamaba la frivolidad de Madrid. Estos días se divertía escudriñando cómo descabalgaban del burro a Rajoy, que al final se ha agarrado a las orejas y ha dicho que no dimite. Bajé desde Colón al Museo del Prado pensando que sin Cataluña nadie puede llegar a ser presidente. A Rajoy no lo han descrismado los españoles, sino los catalanes. Me puse delante del Conde Duque de Olivares y le dije: «Don Gaspar, bájese del caballo y reconozca sus errores; es verdad que sus yerros después fueron superados por los Borbones, pero el enfrentamiento entre Barcelona y la Corona empezó en su tiempo. No es, no era, no será verdad, como Vuestra Excelencia decía, que el primero y el mayor negocio es allanar Cataluña».
El Conde Duque estaba imponente con su armadura bengala y su banda carmesí de general. Como no me contestaba, al abrigo de su clarísimo nombre, le expliqué: «Sabe lo que es sufrir por España desde que sacaba de la alcoba real el orinal del príncipe, pero siempre miró Vuestra Grandeza mal a los catalanes y a los judíos, siendo bisnieto del converso; no apagó las hogueras de la Inquisición aunque fuera el esclarecido príncipe que favoreció las buenas artes. Precisamente aquellos judíos que se fueron inventaron el marxismo y la autocrítica, que consiste en reírse de sí mismos y de sus rabinos».
(El psiquiatra Juan Medrano explica que dos supervivientes del Holocausto se encontraron. Uno de ellos estaba comiendo colonia, el otro preguntó: «Moyshe, ¿por qué comes eso?»; Moyshe respondió: «Así oleré mejor cuando me conviertan en jabón». Es el humor como heroísmo. El relato tendría connotaciones diferentes si lo contase un verdugo nazi).
Somos demasiado dogmáticos para hacer autocrítica, incluso el día de la muerte, en las horas previas a la primera noche tranquila que nos espera, pero la autocrítica y la sinceridad rejuvenecen. Reconozcamos que no entendimos a Cataluña. Ni en su tiempo, ni en el de Azaña, ni en el nuestro. Azaña enunció aquella fatídica ley según la cual había que bombardear Barcelona cada 40 años. A nosotros nos parecía el nacionalismo mierda pequeñoburguesa, patriotismo tragaperras. Ahora un leonés de 1.000 años, la edad del idioma castellano, se ha metido en el laberinto y ha salido diciendo que se puede hacer Cataluña sin destruir España. Tal vez, Excelencia, sea el momento de bajarnos del caballo y suprimir la postura escorzada de la España que llegaba de Madrid a Oceanía. Ni el borrego de la Legión, ni allanar Cataluña. ZP ha entendido algo el problema catalán y Cataluña ha decidido su triunfo.
1 comentario:
Hola:
Un saludo cordial desde Concepción, Chile.
Atentamente,
Luis Roco C.
Kiosco Salo Concepción
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