lunes, octubre 26, 2009

EN EL CARRIL BICI


Durante los años de la crisis, allá por el fin de la primera década del siglo XXI, algunos ayuntamientos, para financiarse mejor, dispusieron o acondicionaron, en el caso de que no los hubiera, los populares carriles “bici”, gravando su uso mediante una tasa de la que quedaban exentos los consumidores de productos elaborados por los patrocinadores de tales espacios. A la entrada de uno de esos circuitos, por ejemplo, los practicantes de carrera o marcha, debían pisar sobre una plataforma que leía los destellos de un pequeño electrodo alojado en la suela del pie con el que se prestaran al control. Fue el caso de las zapatillas NIQUÉL, calzado estrella y marca inversora para el sostenimiento de espacios deportivos urbanos- M.I.P.S.E.D.U. Utilizar los servicios municipales al aire libre, así “vestidos”, suponía gratuidad absoluta. Posibilidad inversa, por cierto, a la de los que carecían de una uniformidad como la dicha. Estos quedaban abocados al abono in situ de la cantidad estipulada a los efectos de recaudación que se pretendieron desde las correspondientes tesorerías municipales. Además, la administración central, el gobierno, puso en marcha el PLAN PONTE LAS BOTAS, propósito dinamizador gracias al cual los consumidores de prendas deportivas- en especial los afectos a los nombres más publicitados- recibían una bonificación o descuento: al fin acicate para que la gente consumiera y adoptara hábitos saludables. El Ministerio de Igualdad, incluso, estableció una norma según la cual, siempre que concurrieran mujeres a los circuitos de resistencia o velocidad, todo varón ejercitándose en ese momento, debería proseguir, si es que era su gusto, pero con unas argollas de plomo afianzadas alrededor de sus tobillos y destinadas a lastrar las posibilidades atléticas del tipo en cuestión. Luego se descubrió que las "ultrazapatillas" producían cáncer y los consistorios debieron conformarse con habilitar ese terreno para el paseo de fumadores irredentos. Eso sí: al final todos suicidas y arruinados por su vicio, se desmantelaron los límites artificiales que salvaguardaban esas pistas y los coches recuperaron un espacio anteriormente propio.

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