jueves, octubre 01, 2009

LA NOVENA POR SORPRESA


Escucho a través de la tele y veo la interpretación de la Novena sinfonía de Beethoven. En el teatro Monumental de Madrid, por la Orquesta y Coros de RTVE dirigida por Adrian Leaper y con la participación, como solistas, de la soprano María Espada, la mezzosoprano María José Montiel, el tenor Vicente Ombuena y el barítono Rodrigo Esteves. Es el VII Concierto Homenaje a las Víctimas del Terrorismo presidido, en esta ocasión, por los Príncipes de Asturias… Y me emociono como si fuera la primera vez que escuchara la gran obra del Maestro alemán. Lo confieso sin pudor, tanto como para llegar a las lágrimas… Mientras dejo que la música entre por todos mis poros pienso en los ejecutantes, en el director. Las cámaras ofrecen primeros planos que abundan en el detalle. Un dedo que pulsa una cuerda, los carrillos de los rostros de los intérpretes de la sección de viento llenándose de aire, las manos del percusionista sobre los timbales… Tengo la sensación de ver en ellos, en la orquesta, como la música se encarna. Toma los cuerpos de los profesores y profesoras y, al ser uno con los instrumentos de los que se valen para colaborar en ese bien superior que es la sinfonía, llega a manifestarse de manera visible… La confianza entre seres humanos, la voluntad de participar en un logro común y el grado de felicidad que sobreviene, sobre todo una vez culminado el proceso, ofreciendo el producto artístico- en este caso- permite efectos de humanidad tan deseables como los que querríamos para la vida cotidiana… Disfruto de la ocasión. Ha sido por casualidad, desconocía la programación de este evento. Subo el volumen del electrodoméstico hasta el máximo porque deseo ser el destinatario único de lo que sucede. Quizás que la casa se impregne también de algo como sagrado que entiendo equiparable a la excelencia administrada sin filtros, sin reservas, en aluvión: tal cual se produce y en las dosis necesarias para emocionar, para hacer de nuestro ser sensible un ente mejor dispuesto, mejor encaminado… Entran en casa y aviso a fin de evitar la celebración de los saludos con el gesto universal de pedir silencio. Son los últimos minutos… Qué reconfortante impresión apreciar la belleza en lo que uno percibe como hermoso: parece una redundancia, pero existen demasiadas loas a lo preciado por persuasión o auto convencimiento. Conviene, sin embargo, saber en carne propia que lo vibrante dejó de ser partitura para oficiar como resonancia de vida. El auditorio aplaude entusiasmado. Yo apago la tele porque me esperan y quien me aguarda merece lo más cariñoso de mi atención.








No hay comentarios: