miércoles, octubre 28, 2009

OCASIONES DE GLAMOUR DISUELTAS EN CAFÉ


A pesar de las fiestas previstas para avisar de la hora, porque el despertador resultó ser uno de esos artilugios que se adquieren en los bazares, en este caso originario de Brasil, se quedó dormida. Por lo tanto, mientras saboreaba el último buche de café, ya que no se sentía mujer sin ese primer estímulo a la hora de iniciar el día, comprendió que era tarde. Pero, ¿demasiado tarde?... Por suerte pudo simplificar ofreciéndose todo tipo de atajos y, cual exigía el guión, desaliñada y en gabardina, solo la ropa interior debajo por toda otra vestimenta, salió al encuentro de un taxi. Tuvo suerte y no hubo de esperar apenas. A su favor, dado el aspecto que llevaba, el fin que justificaba los medios: acudir sin retraso cuando ponerse ante la cámara iba a suponer en verdad la oportunidad de su vida, merecía toda incorrección. Además, desde que las costumbres asiáticas están de moda y, como en China es usual que la gente vaya en pijama de compras, por ejemplo, por las calles del barrio, bien podría justificar su presencia de esa guisa como excentricidad oriental en occidente.

Al fin, llegó al rodaje justo cuando el director ordenaba, “acción”.

Entonces, conforme a la escena que se iba a filmar, irrumpe como tornado sin norte, resuelta a solucionar algo a la primera para evitar la subsiguiente catástrofe. Saca una llave del bolsillo de la gabardina y la usa para abrir la taquilla guarda equipajes de la estación de ferrocarril donde aguarda su novio. George, que permanece impecablemente a la espera en el andén, la ve llegar con el recuperado bolso de viaje y corre hacia ella. Se abrazan y, el apuesto Clooney sube al expreso a tiempo.

El director ordena “corten” y felicita al gran George. Ella observa con admiración- verdadero arrobo para no engañarnos- a su momentáneo compañero y espera. Precisamente, el actor estadounidense, haciendo los honores publicitarios a ese café que anunció recientemente, hace que la avisen y cuando la tiene ante sí, susurrantemente afirma: “quizás podamos vernos después que te duches, querida”.

Ella se queda como se queda uno tras un apunte cual el que se acaba de narrar y el “bello”, el apuesto, el multimillonario protagonista, se aleja coincidiendo con un cinematográfico fundido en negro.

“Un berrinche sin necesidad”, se lamenta totalmente estupefacta a la vez que se desplaza por el pasillo de la casa de una pared a otra. “¿Y por qué? Pues porque no se deben mezclar las churras con las merinas. El exceso de “agua de valencia”- martes en la noche- enjuague cervecero por anticipado, es lo que tiene. Produce un trastorno etílico alucinatorio, o pesadilla, durante la cual todo es posible y se conocen las grandes verdades de la vida. ¡Ay, quién me mandará!”.

Luego, ya en el salón, otro instante para enmarcar queda registrado solo para sus ojos: si el más anhelado de los varones, el más glamuroso, se atreve con cualquier ordinariez, al fin, tipos como Clooney son un clon, el émulo de ese otro, quien bien podría ser su compañero, novio o marido- le duele la cabeza y ahora no lo recuerda bien- que mira la tele despreocupado y en calzoncillos mientras eructa.

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