miércoles, febrero 27, 2008

FERNANDO BORLÁN


Murió un poeta y como más vale tarde que nunca, es el momento de recordarle. Siguen una glosa del literato y del hombre tal y como la realiza el periodista Santiago Barra en uno de los BLOGs del semanario EL DECANO de Guadalajara y una pieza lírica de Fernando Borlán quien ya descansa para que le tengamos presente...




Fernando Borlán, poeta
Escrito por: Santiago Barra - 21 Enero 2008


BLOGS de EL DECANO
SANTIAGO BARRA



Ha muerto Fernando Borlan (Galleguillos, León, 1932), atacado por la enfermedad, cansado de vivir, después de haber vivido tanto. La última vez que nos vimos, tomando un café en el Manhattan, me dejó sin habla cuando en un momento de la conversación me espetó: "Santi, qué difícil es morirse". Así, a bocajarro. Sin pelos en la lengua. No supe qué replicar. Apenas disimulé una disculpa: "Fernando, estarás mal de las piernas, pero la cabeza te funciona perfectamente".
Perfectamente. Tal es así que incluso le animé a que escribiera para EL DECANO algún artículo cuando a él le apeteciera. Me dijo que sí, pero esa enfermedad perra se precipitó como una bola de nieve en una pendiente. En pocas semanas ya no tuvo fuerzas para acudir hasta su mesa del Manhattan, donde le dejaba su hija Lydia, y se pasaba la mañana leyendo "El País" y charlando con los amigos. Hasta que le volvían a recoger para ir a comer.
Es difícil morirse, sí, pero tiene que ser un poco menos cuando se ha sabido vivir. Y Fernando Borlán fue un hombre que contagiaba vitalidad a todo aquel que formaba parte de su mundo. Fernando era un heterodoxo. Un tipo políticamente incorrecto de la añeja acracia valleinclanesca. A Guadalajara llegó como catedrático de Literatura al Instituto Brianda de Mendoza, y en poco tiempo era el profesor más popular del centro. Seguro que no era el catedrático más escrupuloso a la hora de cumplir con el programa y la burocracia, pero lo compensaba con creces porque enseñaba a pensar a sus alumnos. Y a ser críticos. Era de la escuela de Unamuno. Descreído e irónico. Una especie que ya no se lleva.
En el Instituto, Borlán estuvo metido en todos los fregados. Fue impulsor de Radio Arrebato, de talleres de Teatro, de continuas actividades en las que sus alumnos abrazaban la Cultura con mayúsculas. Un día se trajo a Rafael Alberti y a Joaquín Sabina a leer poesía a sus alumnos. Si no fuera porque el concepto ha caído en lo burocrático, se podría decir que Fernando era una animador cultural extraordinario. Sus alumnos darán fe de ello.
Fernando se ganó la vida enseñando literatura, sobre todo incitando a sus alumnos a que leyeran libros, no sólo el manual del curso, al que hacía poco caso, pero si hubiera que definirlo con una sola palabra, me quedo con la de poeta. Fernando pensaba en verso y era un poeta de cuerpo entero. Dotado de una técnica poética depuradísima, él se convertía en el artesano que va modelando a su gusto el lenguaje hasta convertirlo en desnuda belleza. Deja cinco libros publicados de hondo calado poético: Cántico carnal (1985), Taberna de Humo y Sueño (1990), Zálata (1993), Derrota de los ídolos (1996) y Poesía inéditas (2007). Este último lo editó la Diputación de José Carlos Moratilla, uno de sus alumnos, y constituye la recopilación de su exuberante producción literaria. Después escribió otro más, que está inédito, según me contó la última vez que charlamos.
“Taberna de Humo y Sueño” fue publicado por EL DECANO, como editorial, lo que me permitió conocer más en profundidad a Fernando, como intelectual y como persona. Primero me entregó el manuscrito para que lo leyera. Me dijo algo así como que era La Celestina del siglo XX. Lo leí de un tirón, y me impresionó por su calidad y frescura juvenil, en él, un venerable catedrático con bigote:
Tu corazón, taberna de humo y sueño,Hoy está empapelado.En sólo un muroCon el rostro arañado de un político,Un artista de rockY una academia de teatro y danza.¿Cómo estará la mesaen que escribí el poema en tus manos?Mientras fumo un cigarroUn peatón me empuja.Cerrado.Los grandes almacenes se encuentran de rebajas.En el escaparateMi corazón, un saldo,aparece colgado en una percha.Pasea la ciudad indiferente.
Fernando Borlán se encargó de buscar las subvenciones indispensables para financiar el libro y nosotros pusimos la edición y la ilustración, que corrió a cargo de un pintor que entonces colaboraba con EL DECANO, Francisco Núñez. Hizo un trabajo extraordinario. Nos gustaba tanto lo que iba saliendo que no reparamos en que habíamos elegido un papel y una edición tan exquisita, que acabó superando en mucho las subvenciones comprometidas. El desajuste fue notable, pero a la postre fue una bendición. Para compensarnos, Fernando nos escribió una columna semanal, que se llamó “La Taberna”, y que se convirtió en una pieza de éxito entre la prensa de Guadalajara. Fue en la época de Blanca Calvo, otra heterodoxa de la política, a la que Borlán defendió cual Quijote deslenguado.
No sé dónde te habrás ido, querido Fernando, pero a buen seguro que ya habrás preguntado que por dónde queda la taberna. Borlán iba a las tabernas no sólo a beber, que en eso fue hombre moderado, acudía a charlar y a arrojar, si se terciaba, el afilado dardo de su palabra. Era acerado como Quevedo, pero sin espada colgada al cinto. Cuando se encontraba a gusto y quería impresionar a una chica guapa le escribía un soneto personalizado, perfecto de métrica y rima, en una servilleta. Pensaba en poesía.
Fue un poeta. De los mejores.







BALADA DEL RÍO CEA (último poema del libro "Poesías Completas")




Que el río no se para

que eres tú quien lo lleva.

Se convierte en espejo

cuando encuentra un remanso

y refleja los chopos y las islas

y algún que otro recuerdo.

Que el río no se para

que eres tú quien lo lleva.

A veces se hace cuna

de los patos salvajes

y en los atardeceres

acuarela del cielo

borracho de colores

cuando se muere el solo algodón de las nubes

para curar heridas

que el tiempo va dejando

sobre el páramo largo que es la vida.

Que el río no se para que eres tú quien lo lleva.

En la corriente canta

el brillo de tus ojoso la canción antigua

canción de barro y hierba.

La canción del silencio

de un molino ya en ruinas

o ese silencio enorme

que cantan las estrellas.

El río está cansado

y no quiere ir al mar

sin ti mientras te espera.

Que el río no se para

que eres tú quien lo lleva.




Fernando Borlán

Guadalajara, 26 de enero de 2006

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