MELISSA: JUEGOS DEL 1 AL 5
Por Claudia Hernández
Juego 1: cuatro años. Flores en el cabello. Melissa viene de la mano del padre, que está molesto: la he hecho levantarse del jardín, donde ella lo había estado esperando seriecita, acostada sobre la grama, cubierta de flores, con los brazos cruzados sobre el pecho, simulando estar muerta, como la abuela hace unos días, pero sin ataúd: no encontró una caja de su tamaño.
No le gustó el juego al padre. Dijo que no era gracioso.
La madre se ha echado a llorar: aún es muy reciente la muerte de su madre.
Juego 2: En el suelo del pasillo. Sin ropa. Boca abajo. Con la lengua entre los dientes y un cinturón del padre saliéndole desde la parte alta de las piernas, donde lo tiene sujeto. Es un gato. Arrollado. A su alrededor, hojas moradas deshechas y revueltas con hojas verdes hechas bolitas. Pide que piensen que son las vísceras.
Si quieren pasar, tienen que saltar sobre el cadáver del gato, que es ella. O caminar sobre su cuerpo, patearla... De todas maneras, no siente: está muerto el gato, que es ella.
También pueden levantarla con ayuda de una pala y de una escoba, guardarla en una bolsa para basura y arrojarla en el contenedor más próximo. Así hizo el vecino con el gato que arrollaron frente a su casa...
La mamá le ordena levantarse inmediatamente. Y limpiar. Y vestirse.
Juego 3: terraza. Hora del almuerzo. Cae de improviso a los pies del papá. Los ojos: abiertos, clavados en el padre, que está vivo y contempla su descenso sin entender. Tiene que explicarle: es una paloma, pero no de las que vuelan y cantan asustadas, sino de las que caen con el cuello doblado. La piedra de un niño se lo ha quebrado.
Al papá no le gusta el juego. No le gusta verla tirada y con el cuello flexionado como si no tuviera huesos adentro. Le dice que se siente a comer. Ella no le hace caso.
El papá le dice que, por lo menos, cierre los ojos. Para que parezca menos muerta. Pero ella sigue sin obedecer: las palomas muertas no cierran los párpados.
El padre se levanta. Se va. No se conduele.
Juego 4: con las muñecas, las treinta. Todas sin ropa. Todas con el rostro y el cuerpo cubierto por una capa del talco que su madre le aplica en la barriga y en los pies a ella. Es una morgue. En su habitación.
Diez —las más pequeñas— están en las gavetas de su cómoda. Siete están sobre la mesa del tocador, sobre una sábana, en espera de ser atendidas. Las tres más nuevas están en bolsas: son las recién llegadas, aún no sabe de qué dirá que han muerto. Las cuatro acostadas sobre la cama son las que están listas para que se las lleven los parientes. Las seis bajo la cama son las que ya fueron enterradas.
La mamá entra. Mira. Le da un abrazo. No debió haberla llevado a recoger el cadáver de la abuela.
Juego 5: plastilina. Figuras de animales y de comida.
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