Casi sin falta- tomo precauciones para pasar por lo que soy, falible como todo hijo de vecino- durante esa porción del día en la que nos sentamos a conversar, recién concluida tu jornada de trabajo, cuando la calma supone un trago de cerveza y la humareda leve de tus cigarrillos, celebro la vida. Elegir es exponerse al error y de tales indeseados sucesos está sembrado el camino de cada uno, pero cada vez que es cereal y no cizaña lo ofrecido por el campo de cultivo al que atendemos, nos aseguramos el pan y la paz. Creo que hoy mi fortuna contigo es esa y tengo el privilegio de ser un tipo querido libre y acompañado. Y menciono todo esto porque el aperitivo que nos concedemos antes de la cena es recordatorio segundo- el primero se desarrolla a la hora de la comida- de lo que aconteció para los dos en esas veinticuatro horas que siguen contándose hasta su fin. Resumen de satisfacciones, olvidos, amarguras, sorpresas, recuento de lo que late para cada uno en los dominios del tiempo que pasamos separados. Tú me cuentas de tus alumnos, de “los locos” sobre todo, esa panda de inadaptados que obran desordenadamente, abandonados a su albur por unos padres sospechosos de crimen contra la humanidad, incapaces de discernir entre gustito y vida nueva. Por lo menos es la opinión que yo te ofrezco y no me duelen prendas en mantener… Yo de mis cuitas de vendedor, que son, como la vida misma, igual de lúcidas, solemnes o simpáticas que degradantes tristes o miserables. Todo para reafirmarnos en nuestros principios, intercambiar pareceres, aprender en compañía y permanecer atentos a lo que nos importa del mundo y de cada uno de los dos. Precisamente, fiel al muy bien aceptado rito de aguardarte a la salida de tus clases, veloz y juguetón abandonó el lugar aquel de los tuyos, si es que sólo es uno, “enviciado” con el juego del momento… Se trata de la peonza ultra resplandeciente, una réplica de aquel clásico de madera que, ahora, gracias al magín de algún avispado fabricante, con lucecitas y cuerpo de plástico traslúcido, está de nuevo en manos de todos los chiquillos hurtándole sitio a la tecnología... Pensé que los viejos rockeros nunca mueren, como se dice, y ocurre lo mismo con los determinantes éticos otrora norma cívica indiscutible. Pensé pues, que se necesitan hombres y mujeres bien despiertos que dedicaran parte de su ocio a valerse de la sustancia de lo eternamente útil para conseguir la seducción inapelable de lo obvio. Porque estamos produciendo generaciones de idiotas, tontos que- y sálvese el que pueda- antes y después, también son padres que se desentienden de sus hijos a la vez que permiten su crecimiento sin tutela en el hogar ni en el colegio. Carecen de respeto, los chavales, no saben nada de lealtad o esfuerzo y viven al margen de lo que de verdad supone la vida para bien: entre otras cosas, despertar a la luz fecha tras fecha exige elegir y elegir origina, casi en el cien por cien de los casos, una pérdida. Es la hora entonces de renunciar a algo, de privarse, de decidir antes de perjudicar a terceros que es ese el camino que se quiere tomar y no otro. Y si tales admoniciones parecen algo demasiado trascendente- citadas solo algunas- para un niño, los padres están para algo. Están, digo, y han de atenerse a un deber cuya puesta en práctica conlleva responsabilidades y dinamismo para entrar en juego cuando convenga. Ellos capaces y dueños de un proceder que para los tutelados ha de ser obediencia: autoridad para hacer las indicaciones vitales que sean menester reconocida sin discutir. Porque, como bien explica el profesor Juan Antonio Marina en uno de sus libros, la obediencia que debemos a los padres ha de originarse en una convicción: la autoridad paternal- de padres y madres- no es imperio y coacción sino esclarecedora norma que permitirá nuestra libertad en el futuro. Directriz, sí, pero aval, seguro que nos guarda y enseña. Lo que ellos hacen es sólo con el objeto de preservar nuestra vida, proporcionarnos confort y lograr el triunfo del sentido común, así sepamos valernos por nosotros mismos para lo que tenga que venir. Por lo tanto, invirtiendo en obediencia nos ponemos en el camino que todo ser humano hecho y derecho reclama para sí… Mas, pequeña MIC MIC, compañera- COMPAÑERA- con la excusa de las incompatibilidades laborales y la supeditación a intereses propios varios, que les eduque la tele, la calle, y quede el colegio y demás centros de educación o expansión como felices guarderías. Tristísimo panorama que solo puedo superar observándote tranquilo de compartir lo mejor de lo mío con una persona admirable, cabal y responsable que siempre tiene besos para mí. Vaya que, así son las cosas hoy.
sábado, abril 26, 2008
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