sábado, mayo 06, 2006
DEL AGUA 2006
Fuentes, cauces, canales, riveras, meandros, cascadas, aljibes, cántaros, azures, pilones, estanques, charcos, lluvia, oleaje, ducha, piscina, marea, riego, nube, playa: humanidad. Palabras, algunas, de las que, por artificio o designación, utilizamos a la hora de nombrar el agua. Porque, como ya se sabe, un porcentaje muy elevado de cada uno de nosotros es agua. De hombres y mujeres, y del planeta: Planeta Agua, precisamente, es el título de una canción de la que tuve noticia al escuchar uno de los primeros trabajos discográficos de Ana Belén en el que se loa esa fantástica y hermosa realidad de la vida que es el agua. Pero el agua, el agua dulce concretamente, es un bien que, a pesar de su universalidad, es objeto de ambiciones y dominio, a menudo espejo del carácter menos digno de ciudadanas y ciudadanos pobladores de no importa qué lugares. Se discute por el agua, se pelea, se legisla, se pretende decidir a quien pertenece el agua de un río atendiendo al tramo que discurre por determinado territorio aunque tal propósito merezca el calificativo de absurdo. Mas, la demencia de determinaciones como la que los políticos que trabajan para la reforma del estatuto de autonomía aragonés anuncian con respecto a las aguas del río Ebro- asegurarse por ley un número mínimo de metros cúbicos de agua para uso exclusivo de la citada región- es degradación que no se debe tomar a broma. Cuando se llega a un estado de cosas en el se pone en cuestión lo que debería suponer patrimonio del común de la naturaleza, toda otra apelación a la bondad, el espíritu solidario y la civilización se convierte en cínico recurso que impide vislumbrar cualquier otro entendimiento desinteresado. Porque lo que nos espera, dado que ya se obra conforme a lo que a cada cual pueda beneficiarle- recuérdese que la corriente del río más largo de la península fluye por varias comunidades autónomas- pase o no sobre los derechos del vecino, es la violencia y tal vez, la guerra: ¿qué ocurrirá, por ejemplo, con los ciudadanos de Portugal si en España se dispone del caudal del río Tajo como si esa afluencia preciosa naciera y desembocara, como el Guadalquivir, en el propio territorio del estado? ¿No se sentirán agraviados? ¿No pretenderán que se respete su acceso a un torrente que es el que es desde hace miles de años? ¿Nos espera quizás la sed, tal vez el racionamiento? ¿Habrá que rearmarse para defender lo indefendible?... Qué triste es ver llover y saber que hay quienes le están adjudicando título de propiedad, poniendo precio y garantizándolos con sangre a cada gota de agua que cae.
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