Medirá con los ojos la distancia que hay entre el crucifijo y el reclinatorio desde el que permanecerá orando de rodillas. Se alzará, no sin cierto esfuerzo y, recordando las palabras de San Lucas, balbuceará:
- No soy*
Luego dando unos muy lentos pasos para retirarse, exclamará de nuevo:
- No soy**
Y, a punto de tocar con la pared contraria, mientras prosigue su retroceso, aún albo en sus hábitos, resplandecerá como una centella que desanda la vida a través de todos los años y edades.
Entonces, el Santo Padre, “de pie, calentándose”***, pues en casa de Caifás habrán preparado un brasero a fin de evitar el frío de la madrugada, al escuchar de parte de uno de los siervos, “¿No te he visto yo en el huerto con Él?”****, desenvainará su espada mientras suena como trueno una colérica afirmación surgida de su garganta:
- ¡¡ Sí, yo soy, yo soy !!
Acometerá entonces a los presentes, cantará el gallo a continuación y, como una castillo de naipes o una escultura de arena azotada por las olas, todo el futuro se precipitará hasta desaparecer. Será como si nunca hubiera ocurrido.
Y la historia comenzará de nuevo...
(* ** *** **** Palabras del Evangelio de San Lucas)
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