sábado, julio 15, 2006
CLASE DE GORDOS
Una de las características principales de las políticas de derechas es dejar al ciudadano a su libre albedrío y que progrese el mejor capacitado. Por desgracia, cuando este principio ideológico se extrema acontece el oprobio y la suma minoritaria de los que alcanzaron el éxito se nutre del esfuerzo colectivo. En el caso de la izquierda, todo conduce al equilibrio y la igualdad: reparto, redistribución y actos tendentes a regular la vida social para corregir desigualdades. Pero, también este presupuesto político tiene sus contras. Ocurre que los gobiernos se inclinan por ser tan protectores que intervienen en la vida de sus administrados hasta controlar todo lo que hacen dando lugar a otra tiranía. Pues bien, ahora que vivimos una legislatura de mayoría y legítimo gobierno socialista, radical para muchos, priman las iniciativas que obran a favor del bienestar común, pero con un claro signo de sesgo totalitario. ¿Por qué? Porque, como se puede ver, por ejemplo, en los textos correspondientes a los nuevos Estatutos Autonómicos aprobados o por aprobar- véase el de Cataluña- la existencia ciudadana sufre un encorsetamiento tal que acabaremos por aprender una serie de instrucciones de usos y costumbres fuera de las cuales todo será el caos. Se dirá que exagero, sin embargo, a las normativas contra el tabaco o el carnet por puntos llega ahora una posible ley que pretende que los niños rollizos asistan a CLASE DE GORDOS... Sí, sí, no es broma. El ministerio, ya casi sin función alguna a causa de las transferencias, probablemente con la mejor intención del mundo puesto que lo que se pretende es arbitrar soluciones que palien los grandes problemas de obesidad que hay en España, se equivoca en las formas y escenarios, y dispone o está dispuesto a disponer que los colegios sean lugar de reconducción y terapia para que los escolares sobrados de carnes mejoren su salud. A los niños gorditos objeto de burlas por parte de otros compañeros no les faltaba nada más que ser estabulados con etiqueta y todo para alcanzar el rechazo de los infectos. Por lo tanto, ni vale desentenderse de los problemas, en este caso de salud, de manera que el ciudadano solo pueda enfrentarlos con sus propios medios, ni es de recibo obligar a la gente a proceder como al gobernante le convenga. Hay que establecer, eso sí, medios, mecanismos, posibilidades informativas, pedagógicas y sanitarias inteligentes y prácticas que, en el principal ámbito de responsabilidad que es la familia, sea cual sea su forma ahora que vino el Papa a defender la forma que la Iglesia cree como única válida, los padres y tutores puedan, para su descendencia y para sí, contar con todo lo necesario si es que quieren ofrecerse oportunidades que contribuyan a estar más satisfechos consigo mismos. Si vivimos en una sociedad donde se puede ser flaco, no se olvide que hay una industria- la de la moda- que favorece tragedias como las de la anorexia y la bulimia, también hay que admitir que se puede ser gordo, calvo o contrahecho: los que quieren también pueden acudir al cirujano plástico para cambiar su aspecto. Cambiar, en todo caso, esa cultura occidental del exceso- que se da igual con gobiernos de derechas o de izquierdas- donde unos, nosotros, consumimos mucho más de lo que podemos hacer nuestro mientras la gran mayoría perece a diario sin otra pertenencia que la de los días que les quedan hasta su fin.
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