jueves, julio 27, 2006

Y LOS SUEÑOS...

... sueños son, como bien se dice en LA VIDA ES SUEÑO, aserto recurrente el de apelar a Calderón cuando se quiere hablar de esa vida fuera de la realidad o esa realidad fuera de la vida que muchos cultivan y de la que se conversó en la tertulia de NO ES UN DÍA CUALQUERA el pasado domingo día 23 de julio. Cierto, pero se me excusará mientras reflexiono acerca de la ocasión en que Pepa Fernández y sus invitados intentaron dilucidar si conviene hacer del sueño una cuestión de deseo conforme a consecuciones razonablemente posibles o promover la costumbre de protagonizar supuestos que no corresponden a la realidad, improbables, más cercanos a lo que uno hubiera querido que fuera razón de sus años. Naturalmente hubo opiniones dispares aunque no enfrentadas. Todo era admisible según los casos y con un cierto control. Y si se apuntó que soñar era establecer una meta respecto a los anhelos personales que tuvieran que ver con cuestiones profesionales, sentimentales o de ocio, y cumplir ese sueño lograr el objetivo premeditado- posición de la que me siento más cercano- cabía también la evasión de tal manera que figurarse otra existencia propicie, sino una esperanza efectiva, un estado de ánimo mejor. Así, pensar en una mejora, en prosperar, más allá de aquellos sucesos cuya reparación tiene que ver con un derecho, es deseable e incluso necesario. Uno puede imaginarse el día de mañana y realizar un itinerario que le conduzca a dar por ciertas tales aspiraciones. Y también “jugar” a ser quien no se es en unas circunstancias distintas de las vividas, lejos de obsesiones, a fin de distraer un periodo vital aciago o como acto creativo: fabular entre la realidad y la fantasía es propio de artistas y gracias a ello tenemos la literatura y todas las demás formas expresivas que tan preciadas nos parecen. Otra cosa es creerse los milagros, convencerse que, a fuerza de soñar y soñar, no importa cuan infundadas sean las premisas de la materia soñada, la vida terminará siendo como así se percibe... Ya se sabe que Ícaro cedió a la desmesura de la ambición trastocando fatalmente su sueño de volar. Por lo tanto, excederse en los objetivos reales, como sustituir la vida propia por otra ensoñada, solo puede conducir al desastre. De modo que cada cual obre como desee, que todos somos mayorcitos, pero, claro, a todo atisbo de levitación incontrolable, lo mejor es arrojar lastre y regresar a tierra: no sea que se nos pinche el globo y vengan las lamentaciones. No diré que volar es solo para los pájaros, igual que me parece una exageración tildar de locos a todos los poetas, pero si hemos de hacer CASTILLOS EN EL ÁIRE, como canta Alberto Cortez, mejor que sea sin dar lugar a la especulación inmobiliaria.

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