LA CARTA
Por Juan Carlos Muñoz
Me llega correspondencia procedente de Miami, sin remitente. El temor me paraliza, hasta que mi instinto de supervivencia me exige tomar las precauciones del caso.
Los medios masivos de comunicación me habían estado alertando insistentemente sobre la posibilidad de que el sobre pudiera contener "esporas de ántrax".
La psicosis sobre un posible ataque bacteriológico alcanzó escala mundial, por lo que supuse que no estaba lejos de convertirme en una víctima del bioterrorismo globalizado; y de tener que admitir que una vez más los EE.UU. me hacían participe de un conflicto bélico sin mi consentimiento.
El tiempo ha transcurrido, y la carta aún permanece dentro de una bolsa de nylon, en el último estante de mi biblioteca. El motivo por el que no denuncié el hecho a las autoridades policiales, obedece a que siempre podré conjeturar con el posible contenido del sobre, ya amarillento por el paso del tiempo.
Con nadie comparto el secreto que mantiene altiva mi esperanza de que se trate de la mejor noticia que jamás recibiré en mi vida... en vez de una sobredosis de veneno, como debo suponer.
1 comentario:
Intrigante.
Ha tardado en exceso en conocer las buenas noticias...
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