WAGNER ESCUCHA BLUES
Angélica Aguilera
Wagner escucha blues y hay música en su pelo suave y en esa forma de andar que es un canto permanente a la pereza. La melodía de su cuerpo lo acompaña de la recámara a la sala, del baño a la estancia; suena sin prisa su pisada de ochenta kilos, va "a tempo" con el disco que más le gusta oír. En sus ojos francos nace el milenario aspecto de su rostro que adorna cada bostezo descarado y todos los refunfuños de su día sin reloj.
Wagner, mítico mastín que escucha blues. La leyenda nace cada noche de sus belfos en reposo, se afirma en la cabeza enorme descansada sobre la alfombra y en la magnanimidad de su gigante estatura de San Bernardo, sabio que tiene el don de la serenidad.
Wagner escucha blues, y odia la lluvia, lo sé. A cada trueno la sorpresa agita los corazones: el suyo forjado con sangre de lobo noble, el mío que se desbarata en el espectáculo del rayo. Nos miramos y de su cola nívea que abanica el suelo surgen los signos que interpreto: paciencia de pastor que vigila su rebaño, sombra magnífica acariciando los libros del estante. Pongo una mano en su cabeza de monarca y cómplice de mis horas, me regala la comprensión de su mirada antes del sueño. Agradezco su recato, me alegra la confirmada estirpe de mi cancerbero.
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