Nombrado como día uno, el viernes quince de junio y la parte de horas que conciernan al sábado pasaron ya. Como uno nunca sabe cuando será reclamado para subir al escenario del Maratón, busco, antes de acudir al Palacio del Infantado, cuentos que estrenar añadiéndolos a mi repertorio. Para eso hace falta dedicarle un rato a la lectura, saber entre que autores realizar la selección y ensayarlo mínimamente de tal modo que sean las palabras de uno las que se impongan a las del autor. Tengo suerte y elijo un relato de Joan Perucho de título LOS HOMBRES INVISIBLES y otro, más corto, del autor austriaco A. Koestler que se llama EL VERDUGO WANG LUN. Así y todo- suele ocurrir cuando no estoy disponible para asistir a las inauguraciones- no comparezco en los jardines de palacio hasta las dos horas treinta minutos del sábado. Cuentan en ese momento tres personas de Alcalá de Henares y advierto la primera novedad: junto a ellos, situada en la parte derecha del escenario, según mira el espectador, una muchacha traduce al lenguaje de los sordos todo lo que se dice. Me alegro mucho... Se ha aprovechado una especie de “encajonamiento” que hay en la parte del fondo y que linda con la fachada trasera- de las dan al jardín es la que no tiene arcos- para situar el “auditorio principal” y se conserva el zaguán del patio, zona que no está en obras, para la parte menos concurrida de la noche- ayer fue allí la inauguración- y por si lloviera... Mucha gente a esa hora, prácticamente completo el aforo y con una misma manía, dadas las circunstancias, sangrante: existe un nulo respeto para los oradores en el momento en el que se traspasa siquiera por unos milímetros el perímetro dentro del cual se disponen los asientos; la gente habla sin recato y, lo peor, es que los participantes, recibidos a pie de escenario por familiares o amigos, se comportan igualmente como voceadores de mercado. Es, desde mi punto de vista el cáncer del Maratón. El resto de la noche, con cambio de escenario incluido gracias a un ingenioso cuento de Pep Bruno, resulta menguante en público y bastante más equilibrado que otras ocasiones por parte de los relatores. Destaco la presencia e intervención de algunos veteranos- por su compromiso con sucesivas ediciones del Maratón- procedentes de diversos lugares de España y a los miembros de la mesa de control entre los que estuvo la ex directora de la Biblioteca Provincial de Guadalajara y última Consejera de Cultura de Castilla La mancha, Blanca Calvo. Ella, sin privilegios, con su eterna cordialidad y simpatía, quedó en pie, cuando marchaba este cronista, entre los “sobrevivientes” en espera de un seguro descanso mientras la jornada del sábado continúa. Obtuve mi Pin del Maratón al contar los cuentos antes dichos a eso de las seis de la mañana y aún subí al escenario otras dos veces: la última casi no me aplaudieron porque todos estaban con el chocolate en una mano y la porra o el churro en la otra. Noche fresca en cuanto al clima pero entrañable y divertida como tantas- por suerte- en la que cabe nombrar con sobresaliente a dos muchachas de Zaragoza que se presentaron como para un duelo entre gallinas dejando entre cacareo y cacareo mucho talento, ingenio y sonrisas para todos. Hoy, durante todo el día más. Para quien esto escribe la alegría de estar aquí, la nostalgia de no contar con la compañía de una musa levantina que fue tan generosa a la hora de saberme partir como siempre que pone en valor el cariño que me tiene, y la expectativa de una hora de los minicuentos, ya de noche cuando sea domingo, que promete. Será hasta entonces.
sábado, junio 16, 2007
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