miércoles, enero 09, 2008

PROPÓSITO CERO


Conforme pasan los días de cada año existen fechas y periodos en las que, no solo se repiten actos y actitudes, sino que originan toda clase de sobreentendidos cual letanías o mantras perfectamente identificables por su terca invariabilidad. Por ejemplo, Navidades, Fin de año, Año nuevo, Reyes y…. rebajas.
Un trayecto a pie bajo las luminarias municipales que mueve a las mismas costumbres otra vez ofrecidas como si nunca antes se hubieran mencionado. ¿No? Vean, arte, gracia y salero para quien obre con tino armando una copla o soniquete repetidos eternamente con los términos que siguen, vocablos atribuibles a los antes enunciados como referencia de esa quincena a horcajadas entre dos docenas de meses: hablo de derroche, panzada, francachela, lotería, fraternidad y tirar la casa por la ventana que un día es un día, una noche una noche ya que no nos quitan lo “bailao”. Villancicos, panderetas, belenes, arbolitos, compras, compras, compras y, cuando los Reyes Magos desarman la estrella que cada trescientos sesenta y cinco días les indica la posición exacta del nacimiento viviente a visitar en cada ocasión como quien se guarda la brújula en el bolsillo, saludando la estela aérea de Papá Noel- menos rival del trío de sabios con corona a los que aguardan tantos niños durante la noche y primeras horas del día seis de lo que se dice, puesto que, como los políticos, disfrutan de amenizadísimas tertulia en las cafeterías del planeta sin repartirse coscorrones- una formación de metales semejante a la utilizada por Josué ante los muros de Jericó derriba la opulencia y hace insultantemente accesible lo que solo unas horas antes era nada más abalorio al alcance de desahogados. Son las rebajas. Y con las rebajas llegan los nuevos propósitos. Y se empiezan las colecciones, se acude a las academias y a los gimnasios, hay un orden de cuaderno en el que se escribe como serán las cosas a partir de esta calzada de asfalto de la cuesta de enero. Los propósitos, las iniciativas y, como consecuencia, los desengaños, los abandonos, el fraude. Porque, de tener que añadir algo nuevo a lo cotidiano, algo eficaz o placentero, algo que nos permita enriquecernos en humanidad, mejorar en salud, progresar económica y confortablemente, y, si se trata de proceder al contrario, deshacerse de lo que corresponda para lograr cierto sosiego, mas valdría abstenerse de hacer listas y ponernos en acción ya. Así pues, no tengo ternas, retahílas, catálogos, no hago promesas y me propongo no proponerme nada. Si hay algo de lo que carezca, sin solemnidades, sin convocatorias, haré por incorporarlo. Lo haré mío pero lejos de proclamar que hace frío en invierno, alejado de toda premisa que suponga más de lo mismo y con visos de repetirse sin apenas variaciones en cuanto llegue un momento similar. Nunca, jamás, réplica conocida de vocero ocioso.

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