miércoles, noviembre 22, 2006

DOLIENTE DISTINCIÓN


Conversamos y lo define de una manera insospechada, al menos para mí. Tanto que casi sano de golpe. Afirma con soltura y erudición: “... lo que se dice una afección de las vías altas”. Y mi vulgar, engorroso e inoportuno catarro, se convierte como por ensalmo, en una manifestación de diseño que alcanza sus más altas cotas de refinamiento a la par que añado por mi parte: “... afección de las vías superiores”... Me recreo en la enunciación y comprendo que ni muchísimo menos es lo mismo. Las cosas cambian al comprender. Gemir o tronar con la nariz medio licuada y un atontamiento general nada más puesto en razón si se cede a los embozos de las sábanas, dista, cual de la noche al día, de lo que es la tolerable y simpática indisposición consistente en periodos de pluviosidad nasal refrendados con operísticos y vibrátiles estruendos de garganta. Lo segundo es presentable, diverso e incluso aristocrático. Es verdad que tengo una paliza en el cuerpo como para reclamar la excedencia del mundo por una buena temporada, pero, si se me concediera, dictar conferencias e intervenir en seminarios que podrían anunciarse como, “AFECCIONES DE LAS VÍAS SUPERIORES: LA DOLIENTE DISTINCIÓN”, sería una opción interesante para entretener la consiguiente ociosidad... Bien es verdad que me pongo a la altura de Felipe González, Aznar, Al Gore y otros “ex” que por el mundo van en itinerante derrama de conocimiento perfectamente remunerado, desde que tengo conciencia de la verdadera naturaleza de mi padecimiento. Y eso sólo ha sido posible gracias a la oportuna intervención de mi mentora, persona muy de madrugar- no al estilo de Carlos Herrera, campeón y exegeta de las obligaciones laborales- quien gusta del paseo por las calles de la ciudad levantina donde reside cual el Correcaminos perseguido o no por el Coyote: vamos, que no es paseo sino acontecimiento atlético. Ella, a la que denominaremos Micmic, me ha enseñado, de forma gratuita además, no como los de la “industria de la autoayuda”, que basta llamar a las cosas como conviene para lograr una inmediata recuperación de los valores propios y el crédito general. Es como ZP, reparte naciones y realidades nacionales como si se tratara de paraísos del bien y solidario proyecto de futuro. Sí, es verdad, algo habrán hecho los sobrecillos de espolvoreada poción que recetan los druidas de la Seguridad Social- a lo mío de los achaques me refiero, no se confunda con la florida reorganización del estado aún llamado España- pero no puede negarse la fiabilidad de un oportuno “chute” de autoestima sobre todo cuando las consecuencias son las que ya he explicado antes. En fin, que, dispuesto como estoy a ocupar la plaza que me corresponde en el mundo como novísimo icono del moderno desfallecer, parto a Francia y luego al resto de Europa, a fin de solicitar el reconocimiento que merecen mis iniciativas por parte de los líderes internacionales: Mariano- a Rajoy le digo- ¡entérate!: el señor Chirác va a apoyarme como ya ha proclamado su sintonía con nuestro presidente de gobierno- homenaje a una reciente viñeta de Ricardo- que lo sepas.

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