viernes, noviembre 17, 2006

EL MALDITO VIENTO


Después, la furia confundió a los transeúntes y arrebatados por la fuerza de los mismos aires que doblegaron fatalmente mi paraguas, comenzaron a detenerse perplejos. Resultó lo inopinado: pensar era posible e incluso tomar decisiones generalmente delegadas en quienes “del pueblo” decían revestirse como autoridades. Y siguió soplando el vendaval. Sacudiéronse de hojas los árboles cual si el otoño acabara de declararse. Las gentes al coincidir en las oficinas, comprando el pan, en el centro sanitario o bajo las marquesinas de las paradas de autobús, en contra de lo tantas veces silenciado, daban voz a las calles y se saludaban de verdad cordialmente. Lo razonable transcurrió como obra a carta cabal asombrosamente aceptada por todos, y las inevitables diferencias o problemas que se originan en el día a día contaban con la buena voluntad de los intérpretes interesados en la contienda. Concebí, mientras el rebelde céfiro mordía las cinturillas de las adolescentes, el triunfo de la ALIANZA DE CIVILIZACIONES, el encauzamiento y no lejana conclusión del PROCESO, el abrazo de las AGUIRRE y SALGADO contentas y pitillitos a la mar porque el ahumado de los peces es defendido al abrigo de los mejores manteles, y el retorno del “calvo de la Lotería Nacional”- única realidad contante, sonante y celebrada con cava- por aclamación de todos los grupos políticos en el Parlamento. Era como el principio del final de un cuento de hadas cuya continuación se relataba por primera vez. La señal inequívoca de un sortilegio efectuado con éxito por el duende universal e invisible en aquellos instantes cabalgando a lomos de la avasalladora presencia del remolino menos dócil, uno de los que escoltaban al temporal de lluvia. Enseguida, sin embargo, me di cuenta. Lejos de lo que sucede en las viejas historias de encantamiento, las perdices de toda esta felicidad que narro, volaron de mi plato: no sólo mi paraguas padecía una rotura de varilla para la que difícilmente iba a encontrar cirujano, sino que, anunciados mis progresos natatorios a la persona que entiende, conoce y manifiesta su interés por estas menudencias mías, no logré otra cosa que incredulidad y nada más que risitas. Es decir, fuente yo y consintiendo la impostura, porque la ilusión de un mundo Bambi es cuento y salmo de los que rezan la ceremonia feliz de lo que trae o se espera cuando llegue el año nuevo, recibo la peor parte de la parte contratante. Pues no. No, no y no, en palabras de don Mariano. Como alguno que quiso su parte en las componendas corruptas del ayuntamiento de Marbella y, al denegársele lo convenido se “arrancó” por “judiciales” a la policía- al menos es lo que me malicio- entoné yo mi pena, “ay pena penita pena” y “sanseacabó”. EL MALDITO VIENTO, también melodía del trío LA UNIÓN, dio lugar a un espejismo. Así que, ni fueron felices y, a riesgo de hacerme acreedor a la culpa del que muestra su egoísmo- si no es para mí que no se para nadie- Ferrán Adriá tampoco cocinaba ese día. Que lo sepan.

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