sábado, noviembre 18, 2006

UN VIOLÍN NO ES UN CHELO, PERO IGUAL SIRVE


Cuando se accede a las páginas escritas por quien goza de buena pluma participar de la excelencia es simple. Uno lee, disfruta, imagina, piensa, se emociona y conluye que fue un placer intenso y feliz. Es el caso tratándose de una pieza firmada por PEDROMARCA, W. Pedro Rivera Márquez. El caso, y la ventura. Por tal motivo, tras solicitar a don Pedro la autorización correspondiente para que se lea aquí lo que a continuación redacto, manifiesto que, al igual que la naturaleza ofrecer sus dones no sin haber invertido en tiempo y esfuerzo como convenga por más que su deleite pueda resultar de simple confirmación, la buena literatura se hace con palabras propuestas sin intervención del azar aunque parezca obra de niños, cuadra tal y como es luego de un adecuada asignación en inteligencia y talento, y en la obra que merece estar aquí a disposición de todos, pretexto de esta introducción, hace honor a tal membrete.

Dicho lo cual...



Un violín no es un chelo, pero igual sirve

Esto que le cuento sucedió hace unos tres o cuatro años, cuando yo tocaba el chelo, porque ahora, como usted ve, toco el violín. Sucedió en Santa Ana, allá vivíamos con mi madre y mis cuatro hermanos, porque mi padre siempre anda por otros lugares trabajando y llega de tiempo en tiempo, trae dinero y algo de víveres, pero eso a mi madre no le alcanza, así que ella trabaja ayudando en las casas de la gente rica. Ella es muy buena, cuando perdí el chelo, igual me compro un violín nuevo porque sabe que la música me gusta mucho y que yo si no toco me pongo mal y mi cabeza me da vueltas, me desespero; con la música vuelvo a vivir. Y lo que le cuento fue también a raíz de lo mucho que a mí me gusta tocar. Porque entre la gente del pueblo hay muchas personas malas y hay una familia que estaba envidiosa por lo que yo tocaba en la orquesta de la iglesia y por eso decidieron ponerme un mal. Si, la pérdida de mi chelo no fue porque yo sea un descuidado o me ande olvidando las cosas, y mucho menos mis instrumentos que siempre me gusta llevarlos conmigo, como usted puede ver. Lo que pasó es que estábamos ensayando el Agnus Dei en la orilla de la laguna y cuando terminamos nos acercamos a un muelle y ahí me salió al encuentro una serpiente y, mire usted mi brazo, aquí me mordió, esta es la marca de aquella mordedura. Pero felizmente no me asusté, y el veneno no hizo su acción; además, porque agarré a la serpiente y la maté, le saqué los dientes y le quité el cuero; me fui a mi casa y le conté a mi madre lo que me había pasado y preparé unas hojas de tabaco con otras yerbas que hay en el monte y todo eso, con el diente de la serpiente, me lo puse en la herida y lo envolví con el mismo cuero de la serpiente. Así fue que no me paso nada. Pero mi chelo cayó en la laguna y no pude recuperarlo. Por eso ahora tengo un violín. Pero aquella familia, más propiamente una mujer llamada Esmerita, pagó por lo que me hizo, y por lo que hizo a muchas otras personas. La quemaron por bruja en la plaza del pueblo. Y cuando ella estaba ardiendo, un remolino de fuego salió hacia el cielo y toda la plaza, incluida la iglesia, se hundió en la tierra y fue como si una gran explosión sucediera en el pueblo. Luego vino una calma muy grande, no se oía nada ni nada se movía y cuando abrimos los ojos la plaza y la iglesia volvieron a su lugar. Pero la bruja estaba ya muerta y las gentes se fueron a sus casas sin decir nada a nadie, como si nada hubiera pasado. Nadie quería hablar sobre eso, ni nadie nunca habló. Yo ahora le cuento por lo del chelo, que me dio mucha pena perderlo. Pero felizmente ahora tengo un violín.

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