miércoles, enero 24, 2007

BEGOÑA



Azulejos añil- nostalgia oceánica quizás- un caño que gotea y, de pronto, la cortina que deja de cubrirte. Respondo a tu guiño luego de entregarte el paño con una sonrisa. Por el ventanuco contemplo la siesta del madroño y cierro el puño incómodo una vez más: es el extraño ir y venir de hormigas que siento bajo la piel desde niño. Tus labios me rozan antes de salir- un besiño dices- y las carcajadas de Íñigo en la cocina no te engañan: hace ruido como citándote, debió tener un sueño ahora que estás desnuda y te reclama con intención. Él imagina y se enardece de año en año, es verdad, pero no le reñirás por eso. Llegasteis a uña y carne por otras muchas cosas... De nuevo en el baño mientras te haces un moño. Nada más para que se te airee el cuello. La tarde es una condena, horno dentro del que se viste armiño, y, ahora que partiréis, regreso a mi refugio de consonantes, ese castillo de eñes que te regalé en la adolescencia: ¿recuerdas cuando empeñé mi reloj para fugarnos?... Soy tu fantasma, sí, un extraño que conoces, y mis sustos, sin embargo, no te muestran, no te enseñan el camino del olvido. Apaño tu soledad y satisfago las puntuales apetencias de tu vientre- sólo sobre tu lecho aliñamos el placer- pero es cuña de mi misma madera la que evita que descanse en paz. Sigo en pie, indomeñable a pesar de la inconsistencia de lo que soy. Arrastro mis cadenas- nunca pequeña rémora- haciendo honor a los redaños que convienen añadidos para corresponder a la promesa de amor que aún es empeño, inacabable mandato... En fin. Se tiñe de negro en mí lo intangible y me desvanezco hasta que reconozca las mañas de tu capricho solicitándome. Sé que solo tu muerte me liberará pero es un daño que no deseo, la leña que no arrojaré a la lumbre de mi infierno. Hasta pronto mi niña, mi dulce Begoña.

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