miércoles, enero 10, 2007

LA ERA DE LA ELECTRICIDAD LATENTE


Algunos de los más sonados avances de la humanidad se iniciaron por sorpresa, en un entorno inapropiado para lo que más tarde habrían de ser grandes empresas. Es el caso de un romance del que saltaron chispas…

El primer beso fue más de tanteo que de ternura, nada que ver, no obstante, con la poderosísima industria a cuya consolidación dedicaron gran parte de sus vidas. Luego brotaron los madrigales en el aliento y en esa llama artesana ardían brazos y piernas hasta el pan de buen horno. Pero el verdadero prodigio se originó conforme los labios se fueron amoldando a las dentelladas, las lenguas serpentearon por los paladares, cuando la humedad de sus bocas era puro borbotón, las manos del uno y de la otra aleteaban por sobre los cuerpos sin conciencia exacta de quién era quién, y las sábanas concluían en rebujo sólo a salvo del trapero si la lavadora las acogía tras el lance de amor. En el triunfo de los volcanes.

Al principio nada más un chispazo leve, como ese producido por la electricidad estática cuando un dedo se frota con otro y asusta tanto. Después, un buen día, el verdadero circo, la apología de la electricidad casi a punto de fulminarlos.

¿El principio del fin? No, todo lo contrario.

Antes de renunciar o encomendarse a las potestades- médicos o hechiceros- quisieron atreverse: era tal la complacencia, que merecía la pena serenarse e intentar dominar la fuerza resultante del trato de pasión que se deparaban.

Supieron sobreponerse y adaptarse. Dominar las pulsiones que les urgían olvidándose de los sentimientos para hacer caso a los pormenores y afianzarse en la técnica. En tanto la fuente de los mil gustos continuara manando para su deleite, quién sabe incluso bajo qué carpa no accederían a verse y ser vistos. Si a cada asalto de voluptuosidad seguía una expansión mágica como las vividas, ¿por qué no rentabilizarlo?

Regresaron a sus inicios, mas, esta vez, atentos al modo, confiando en la mecánica. Se besaban sin visos de continuación y ya acumulaban energía como para calentar el agua de ese día. A punto del orgasmo la calefacción de medio año quedaba asegurada… Así que se prodigaron en el gozo e instalaron dispositivos cuales los que facilitan la producción y consumo de energía mediante la luz del sol a fin de aprovechar sus propias emisiones: las de ellos.

De lograr la autosuficiencia a vender electricidad a las compañías del ramo no hubo de pasar tanto tiempo y, una vez fueron dueños de todo su potencial como amantes, llegaron a producir un cuarto de las necesidades energéticas del país.

Disfrutaron de comodidades, riqueza, influencias. Suscitaron la aclamación popular y los políticos pensaron en desmontar no sólo las nuevas centrales nucleares sino dar por concluido el servicio de otras instalaciones alternativas para abastecer de electricidad a la industria y los particulares.

Un día, en el paroxismo de uno de sus fructuosos encuentros, advirtieron que un arañazo mucho más feroz que los de costumbre, de esos que dejan llaga y producen sangre, aumentaba el promedio de kilovatios atribuibles a su sensualidad, en un tanto por ciento considerable. Hicieron las pruebas pertinentes y como quiera que emplearse con esa furia podía generar mucha más potencia, acordaron iniciarse en todo tipo de prácticas sadomasoquistas.

Con este proceder llegaron casi al monopolio del sector sin descartar la exportación, el mercado internacional.

Y puesto que creían estar a punto de conseguir lo que se propusieran, seguros y orgullosos, no contentos con el arsenal de vejaciones que se administraban, por superar todos los límites anteriormente dichos, quisieron darse un beso de verdad: de los de aquellos tiempos, como si hubieran resuelto alimentarse ahora del núcleo mismo del Sol.

Esa audacia les hizo estallar como lo hacen los filamentos de una bombilla si se produce una sobrecarga en las instalaciones. Sobrecarga o sobredosis, es igual. Un desenlace irreversible aunque, por suerte, sólo condicionado a su propia existencia.

Acabó así la Era del amor eléctrico o, porque todo el mundo considera al corazón la víscera donde el amor reside, Era de la electricidad latente. Una época de la que poco se supo entre rumores de fusiones, compras, ventas y otras operaciones de bolsa por entonces muy populares. Alguien lo recordó, eso sí, y rescató parte de la historia para la publicidad. Pero nada más. Nada más y nada menos.

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