Hay que tener mucho cuidado con el sarpullido. Porque, ya lo dice Daniel, maestro a pesar de su corta edad, Séneca de tantas cosas de la vida: después de la afección, del dolor, del malestar, queda el sarpullido… El sarpullido ahora, por ejemplo, es el resultado de una epidemia para la que no hay vacuna como sí se expide la de la gripe que amenaza cada otoño. Es lo que vendrá luego de consumarse en las calles de nuestras ciudades el carnaval de las consignas de supermercado. Ofertas del todo a cien en preciosas etiquetas albo encarnadas, naranjas, coloradas o verdes, ofrecidas por quienes, actualmente pugnan a fin de conseguir la poltrona y lograr lo que se persigue: llevarse el gato al agua, coronarse califa en lugar del califa. Digo de un aluvión que participa del estrépito urbano desde que los hombres y mujeres oráculos del acontecer diario, gritaron llamando al horizonte apostados tras las almenas de sus castillos catódicos: “Hagan juego señores, hagan juego para ganar alcaldías y comunidades, prometan, desafíen, menosprecien, acusen, señalen, amaguen un envite y preséntense con un órdago, alarguen su mano al enemigo, llámenle rival, y escupan en ella si consiente tal gesto”... Total, una primavera que ni pintiparada en el patio de Monipodio y encelada protesta ventajista cual la que se escucha en mercados y bazares de barrio por charlatanes del más rancio abolengo. Adictos al casino como son, presumirán de haber ganado aunque vistan un tonel vacío por toda indumentaria tras la lid electoral y, sin necesidad de olvidar las gangas de mayo- porque es irrelevante aseverar en falso lo que ya se sabe se dijo precisamente para medrar- proseguir, continuar con el “roe- roe” “de quítate tú para ponerme yo” que, además de la “santa trinquinidad”, es el auto de fe más en boga, ya desde sus madrigueras. Un parto, en fin, que puede ser irritante y ocasionar indudables molestias según se vayan acercando las horas en los que las urnas afilen su ranura del amor al voto para sesgar ilusiones y repartir dividendos. Porque las urnas, ya se sabe, a nada que hayan sido convenientemente inseminadas proporcionan una rentabilidad en euros como la que Batasuna persigue desde hace tiempo para, con la extorsión etarra a los empresarios vascos, llegar a fin de mes. Quedará el sarpullido, ese, “sí, estamos bien para chutar a gol, pero no bien del todo por dentro”. Con una comezón granulada que se manifiesta solo en el imaginario de cada uno y, por lo tanto, nada más responde a las características que cada paciente le concede. Un fastidio que dirán poco probable pero que es el de la dignidad herida. Porque los viejos perros con los mismos collares ladrarán al fin sentados sobre las poltronas y el ciudadano, que proclamó la fatalidad interminable de caravanas, estadios a rebosar de los mismos extras y bustos parlantes retratados por una cámara que no discrimina entre Llamazares y Pantoja, voceará con un entusiasmo a prueba de gastroenteritis el gol de Raúl o la vaselina de E´too al ganar la Liga. Y, ¿entonces?: Pues, sí, la vida es bella pero queda el sarpullido.
lunes, mayo 14, 2007
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