En días como estos, cuando basta una mirada para que se origine uno de esos cataclismos sociales tan propios de la humanidad, el cuento que se leerá pudiera ofender a terceros. Sin embargo, es sólo un cuento. Una pieza para el recreo o la reflexión que convoca a unos o a varios en tertulia...
POR EL OJO DE LA AGUJA
Está nublado en el desierto; los tres Reyes Malos no pueden dar un paso más sin la guía del lucero. Acampan. Cuando se les termina el alimento, destripan a los camellos y beben sangre. Gaspar huye con el oro, el incienso y la mirra. Baltazar lo persigue hasta darle alcance y cercenarle ambas manos por robar tan preciados regalos. Baltazar vuelve al campamento. Melchor ha comido los restos de los animales y duerme. Baltazar lo degüella y su cabeza rueda por las infinitas dunas. Baltazar entonces mira al cielo y grita: ¡Dios, haz que se despeje, de lo contrario seguiré matando!
Está nublado en el desierto; los tres Reyes Malos no pueden dar un paso más sin la guía del lucero. Acampan. Cuando se les termina el alimento, destripan a los camellos y beben sangre. Gaspar huye con el oro, el incienso y la mirra. Baltazar lo persigue hasta darle alcance y cercenarle ambas manos por robar tan preciados regalos. Baltazar vuelve al campamento. Melchor ha comido los restos de los animales y duerme. Baltazar lo degüella y su cabeza rueda por las infinitas dunas. Baltazar entonces mira al cielo y grita: ¡Dios, haz que se despeje, de lo contrario seguiré matando!
Pero Dios le envía la más torrencial de las lluvias y le dice: No puedes matar a nadie más. Estás solo.
Las aguas han tapado casi por completo al último rey. Antes de ahogarse, farfulla: ¡Cómo que solo! ¿Y tú?
Lilian Elphick Latorre
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