miércoles, mayo 16, 2007

LA MANTIS RELIGIOSA


José Watanabe, según afirmó Luis Antonio de Villena en las páginas de opinión del diario El Mundo, edición del domingo 29 de abril de 2007, era el mejor poeta peruano actual. Y lo era porque ya no está entre los que disfrutamos de la luz del sol. Muerto pero reconocido y, por eso, por sus indudables méritos literarios, con lugar en este humilde cuaderno que persigue la excelencia. Para conocerle, mejor que una glosa, es traer a colación su palabra. En eso estamos...



La mantis religiosa


Por José Watanabe. Nacido en Laredo (Perú) el 17 de marzo de 1946, y falleció en Lima el 25 de abril de 2007.


Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol

hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm de

mis ojos

Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del

Chanchamayo

y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,

confiando excesivamente en su imitación de ramita o palo seco.

Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,

pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza

cáscara.

Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido

a un macho

vacío.

La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:

el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando

hembra

y la hembra ya estaba aparecida a su lado,

acaso demasiado presta

y dispuesta.

Duradero es el coito de las mantis.

En el beso

ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él

y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,

que va licuándole los órganos

y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,

y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando

la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho

se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula

a la muerte

Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.

Las enciclopedias no conjeturan. Esta tampoco supone que última

palabra

queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta

del macho.

Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra

de agradecimiento.



Del libro El huso de la palabra

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