viernes, agosto 14, 2009

Y SI NO SOY VIEJO, LO SERÉ


Es inevitable. Vivimos, si todo va bien, hasta el cenit de la existencia, físicamente hablando, y luego, luego el declive. Un deterioro que, si todo fuera bien, supondría merma de ese esplendor dicho y oportunidad de sabiduría por edad y experiencia, por acervo, por inteligencia y por sensibilidad bien advertida. Mas, en una sociedad donde prima la fachada, donde carece de interés ser y trasmitir, cuando lo que mola es triunfar a la mayor velocidad posible, desalojar al que ocupó la cima sin piedad y permanecer- quítate tu para ponerme yo- darle tiempo al tiempo y conseguir aprecio y prestigio conforme vamos ahormándonos a la vida, es caso pasado de moda. Ni siquiera es una cuestión de justicia, de merecimientos, sino de apropiación, como cuando niños: “ahora me toca a mí la bici”. Eso sí, confiscar de la manera más cruenta posible al servicio de los objetivos de poder que describía… De modo que se produce una constante negación de lo antiguo y los valores del pasado quedan trasformados en mera sala de exposiciones donde se pueden visitar las reliquias de un tiempo a punto de extinguirse, formas y argumentos, principios e ideas que conviene enterrar del mismo modo que a los viejos les espera la tumba. Claro que, todos estos modernitos babearían de rabia si alguien osara enviar a un instituto de guardia y tenencia para personas mayores- asilo- a Mike Jagger, por ejemplo: a los ídolos y a los dioses, por “matusalénicos” que sean, no tocarlos. Y nombro al líder de los Stones como podría haberlo hecho pensando en cualquier otra disciplina del arte o el entretenimiento, y las personas que por oficio, trayectoria y edad son ancianos respetados y triunfadores. Por lo tanto, como los viejos son solo una parte residual del negocio estorban. Y estorban las manifestaciones de la vejez en el propio cuerpo. Una lástima, todo un rosario de ingratitudes e incongruencias existenciales. ¿Merece la pena, dado que esto es lo que impera, darse al gusto de las multitudes y coincidir en el rechazo a hacerse mayor? No, no y mil veces no, que les den a todos. Por lo menos a todos los que estiman procedente una filosofía como la expuesta. Yo sigo confiando en mis arrugas, en que los rastros que el paso del tiempo, naturalmente, dejan en mi piel, sean ejemplo, faro de una realidad interior rica y merecedora de un futuro sosegado. Vendrán las enfermedades y el dolor último, ya lo sé. Y con todo ello, dignidad aparejada e imprescindible, un universo de otra manera manifestado, un latido que, prescindiendo de unos ritmos, se hace espléndido en aquellos que corresponden ya que se ha llegado a un avanzado estado de la vida. No obstante, si no soy viejo lo seré y no haré nada para que se aprecie lo contrario. Ni siquiera tengo miedo a la muerte. He dicho.

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