viernes, septiembre 08, 2006

CARNE DE NEÓN


Hace unos días, escuchando Radio Nacional, un reputado publicista confirmaba la existencia de lo que puede considerarse nuevo soporte para todo tipo de anuncios: el cuerpo humano. Según esto, hombres y mujeres lucieron- y lo seguirán haciendo- en distintas partes de su anatomía, en las playas, el reclamo de empresas y fabricantes interesados en llevar a sitios tan concurridos por consumidores de toda ralea los servicios y productos que ponen en el mercado. De modo que, difundir las características, utilidades y ventajas de algo a la venta, es operación que se presta ya a los más insólitas y, sin embargo, eficaces “atalayas”. Y, si desconozco lo que puede ser objeto de información en barrigas, nalgas y busto, por ejemplo, de estilizados y rollizos bañistas, bromitas a parte, es curioso cerciorarse del cambio que se puede estar produciendo si se atiende a la extensión publicitaria de lo que ha sido hasta ahora el cuerpo humano. Especialmente los atractivos femeninos son recurso constante para ofrecer desde una plancha hasta un coche. Es algo notorio. Pero ahora, no sé si porque está muy de moda imprimir la propia carne y taladrarla do quiera que sea para lucir todo tipo de metálicos atributos, parece que se impondrá la alternativa de postularse como emisor de no importa qué señuelos comerciales. Naturalmente, esto puede suponer la creación de una nueva categoría laboral que supera en mucho lo que ya se conocía como “hombres anuncio”: esos individuos unas veces disfrazados de lo que acontezca para estimular al comprador y otras portadores de paneles que pasean por calles y plazas enterando a los transeúntes de vaya usted a saber qué ofertas. Una condición obrera con más oportunidades en invierno, por razones obvias, para los calvos, pero, de cara a nuevos periodos veraniegos, no el cuerpo- porque según los compromisos a los que se quieran llegar puede requerirse mayor o menor superficie de piel, coincidencia o no con los cánones de belleza actuales, etc- sino la propia indumentaria, la ropa que se vestirá y ha de permitir un generoso o señalado desnudo de la anatomía de los que estén dispuestos a ganarse la vida así. Seguro que, a no pasar mucho tiempo, durante esos espacios de televisión que cuentan con la participación de los muy conocidos personajes cuya gloria se origina en los programas de tele- realidad y demás “famoseo”, en vez de realizar el concursito de turno o “cacarear” las bondades mágicas de tal o cual mercancía, aparecerán en pantalla con el artículo del patrocinador tatuado sobre sus excesos de silicona o Botox. “Cosas veredes amigo Sancho...”

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