ENTRE LUCES
Esta noche debiera haber sido de agua
y queda un lucero de frustración
alumbrando pasos,
huellas sobre las nubes.
Tal vez las del toro de la copla
o los de un africano sin cayuco
que atraviesa el embarrado istmo
del universo entre la tierra y la luna.
Sin embargo es otra luz en la que pienso.
Es el flamear en plata
de los olmos de mi barrio.
Una llamarada incruenta
que se reaviva con cada soplo
de ese aire que algo nos salva durante el estío.
Es una invitación a la delicia de vivir,
a pesar de todos los duelos
de todas las angustias
de todos los quebrantos...
Es una luz la que recuerdo
que es la luz del verano
y tiene que ver con la lumbre
de un naranjo alegre de fruta
cuando agosto era la mar
y en la arena
cada gajo jugoso que probé
me esperaba como tú
en tu boca.
Es la luz que no amanecerá
porque una esgrima eléctrica
se esfuerza en el deseado llanto
que no llega.
Es un fogonazo que late en mí
y que te prometo:
oro viejo y plata cual día y noche de futuro.
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