miércoles, febrero 21, 2007

TRES ERAN TRES


No será porque sean mujeres, o sí, pero lo son. Notables, polémicas, en boca de los comentaristas y tertulianos que se ocupan de la actualidad… La ministra de Medio Ambiente, Cristina Carbona, por ejemplo. Incapaz de liderar soluciones que respondan a los problemas de contaminación tanto en aguas del sur como del norte, todavía sin un plan hidrográfico que pueda ser considerado como tal, hace el paseíllo hollando las arenas de la plaza pública y afirma que sólo un ocho por cierto de los españoles se considera incondicional de la Fiesta. Concede que hay un cuarenta por ciento de aficionados en Andalucía y no dice si los que van a Pamplona o a Madrid, por nombrar algunas plazas, son tantos o cuantos y evita contar las multitudes que participan en verano cuando los festejos no son festejos sin la oferta de un espectáculo taurino en cualquiera de sus variantes. Porque, si en alguna ocasión se reúne una mayoría sensible al fin de lo taurino, será la que deje de ir a tales manifestaciones por desencanto o carencia de interés, persuadidos de rechazar lo cruento como diversión. Sobre todo en el caso de las muy nutridas y tradicionales suelta de vaquillas, oportunidad de todo desmán y exponente de brutalidad segura. Mas, armarse con datos inventados y a todas luces inexactos a fin de preparar el terreno por si una nueva prohibición colara, es de ociosos y aburridos: condición en la que caen algunos políticos con sillón y sin cetro… Otra, la ministra de Sanidad, Elena Salgado, centinela de una vida recta, a su imagen y semejanza, bajo cuyo poder no se fuma, ni se debe comer, ni beber… Pero, ay, sometida a la ignominia de informar y hacerlo anunciado que la “ley seca” que estaba elaborando, queda suspendida. Prohibir el alcohol y llamarle “botellón” al vino, mereció todo tipo de juicios, algunos incluso poniendo en duda la capacidad intelectual de la gobernante socialista, y, seguramente por razones electorales, termina desautorizada con el bar de agua mineral a requisar por ZP, pendiente de apertura. Por lo tanto, sin un nuevo juguetito con el que fastidiar a los contribuyentes, ¿a qué se dedicará ahora la espartana y desempleada señora de nuestros desvelos, quien acudirá al despacho sólo para tomar un botellín de agua mientras lee el Marca?... Y, como dicen que no hay dos solas, destronada, aunque sin trato de monarquía, por ser madre, una “Miss”, señorita que, segura de sus encantos, pretende fama y nombre para ingresar en el mundo de la moda, la televisión o el cine. Por Cantabria fue elegida la más bella y, a sabiendas de quebrar las normas por haber dado a luz, a pesar de lo injusto y discriminatorio que puedan ser los requisitos para concursar en este tipo de certámenes- rechazables en su integridad puesto que cuestionarlos parcialmente parece un interesado acto de hipocresía- denuncia a los organizadores, sólo tras ser invalidado su reinado. No antes, después. Cuando le dicen “no”, siente el impulso reivindicativo y se arma de virtud proclamando querer sólo el fin de las salvedades a cuenta de todo esto conocidas, para que se de la equidad participativa de muchas otras muchachas hasta ahora maltratadas como ella. Porque no hay que olvidar que la “ex majestad” sabía de las cortapisas que en este momento son objeto de su reclamación antes de alistarse en el asunto. Perfectamente. Y no es extraño pensar que, de no habérsele negado el asiento en tan preciado sillón de reina de la belleza, hubiera accedido a recibir todos los honores posibles sin protesta alguna. Calladita. Tal vez, como la peluquera gallega hace poco primera página de la revista Interviú, Ángela Bustillo- no la peluquera sino la Miss- crea maniobrar así de cara a una notoriedad y empleo que a buen seguro hubiera alcanzado con menos rapidez: muchas son las llamadas, bastantes las distinguidas, y pocas las que triunfan. De momento todos hablamos de ella y el gobierno del que forman parte la “antitaurina Narbona” y la “pluscuamperfecta Salgado” pide igualdad entre las “misses”. Mas, si es cierto que estos certámenes, no se sabe todavía si sujetos a las medidas mínimas de la pasarela Cibeles y en todo caso culto a la carne por la carne, producen tanto disgusto a femeninas y feministas, ¿acabarán proscritos?

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