domingo, febrero 11, 2007

TRES MILLONES DE VOTOS


Sálvese el que pueda pero, según los datos en poder del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, todo hijo de vecino quiere ser funcionario. Pocas veces leo un editorial en la prensa porque “por las cabeceras de los mismos- de los periódicos- les conoceréis”, y esta vez he sucumbido a los encantos de la proclama. Lo digo, pues, para que se sepa: la información que traigo aquí, aunque desarrollada en las páginas económicas del diario que ahora diré, procede de la segunda de las dos piezas principales que, sin firma particular, constituyen el cuerpo principal de la sección de opinión de la edición dominical de EL MUNDO… Vale. Dicho esto, resulta que la quinta fuerza laboral del estado es la de los trabajadores a sueldo de las distintas administraciones. Y si se hurga en las entrañas del poder autonómico prepárense los fácilmente trastornados por el vértigo. En Extremadura, por ejemplo, “el 30, 5 % de los asalariados son empleados públicos, casi el doble que en Madrid, aunque en la capital se concentre la Administración Central. Parece ser que lo más atractivo de firmar un contrato con ZP o con Esperanza Aguirre consiste en la posibilidad de asegurarse la “inmovilidad” de residencia y prolongar esa vida laboral indefinidamente con horario limitado y sueldo medio. Es decir, compromiso de por vida, flexibilidad de entrada y salida, grandes beneficios a la hora de contemplar vacaciones y otros días de ausencia, sueldo aceptable y escasa carga de trabajo. Bien es sabido que “meter la pata” o conducirse negligentemente mientras se “está colocado” en la Administración, casi nunca conlleva correctivo o represalia notable. Además todo este incremento de la burocracia y sus servidores en vez de propiciar agilidad, transparencia y eficacia, con la aplicación de las nuevas tecnologías incluso, viene surtiendo justo los efectos contrarios. Por lo tanto lo que los españoles buscan es seguridad, un plato variado en la mesa y escasas responsabilidades a las que hacer frente, y el que venga detrás que arree. Cual si a uno le hubiera tocado la lotería. Los políticos han prometido una y otra vez reformas en este universo, mudanzas que no pusieron en marcha los gobiernos de González y Aznar, y tampoco el actual presidido por el señor Rodríguez. El ministro Jordi Sevilla “prometió que acabaría con el carácter vitalicio de los funcionarios y lo único que se ha atrevido a incluir en su nuevo Estatuto es que si el empleado público no cumple con su trabajo podrá ser destinado a otro lugar”. Poca cosa para evitar el engorde de la fiera cuando por su escasa capacidad para ofrecer diligencia y cabal servicio- gracias a la nula implicación de los funcionarios en las tareas correspondientes a lo justamente demandable- resulta urgente el aumento de las plantillas. Y, dado lo enseñadísimos que tenemos a los jóvenes a vivir lo más egoísta y displicentemente que puedan, estos números estadísticos aumentarán. Sobre todo los que proclaman hoy su militancia en las filas de lo “antisistema”: banco de pruebas genial para luego abrazarse a la teta del Estado mediando un buen lloro a fin de mamar hasta la senectud a partir de un buen día. Al menos esa es mi opinión. No, no habrá modo de mejorar las circunstancias en las que se acude a la “ventanilla” administrativa porque “tres millones de funcionarios son tres millones de votos”.

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