martes, abril 24, 2007

CONOCIMIENTO Y ESTIGMA


A esa hora es imposible mover un párpado en el metropolitano. Él tampoco puede. Baste con saber que la muchedumbre abarrota los coches sin dejar resquicio, haciendo buena la expresión "como sardinas en lata". Es un puzzle al que no le sobra ninguna pieza y, a pesar de su estanqueidad, móvil cual lo es un ente autónomo. Entonces, una curva prolongada anuncia el caos. Sigue el pálpito nervioso, la necesidad urgente de coincidir, de ensamblarse para reajustar los espacios... Todo se desbarajusta durante unos segundos. Tiembla el pasaje y él, incapaz de dominarse, hace contacto con un blando asidero. Aún así las cosas, advierte que se trata de un trasero de mujer y, si ella consiente, pudiera que gozaran de un algo morboso. Es imposible identificar cual de las damas que tiene a su costado derecho es la que acoge su extremidad, pero no tiene que preocuparse de nada. La dueña de tan mullida nalga, nadie sabrá como, ha hecho por girarse de tal manera que la mano, como un agente individual, tras probar los resaltes esféricos posteriores, conozca los frontales.



Cuando al fin abandonan el vagón, ella, la desconocida, se va con las mejillas sonrosadas por la emoción de sentir una caricia robada en ese pecho abandonado de las atenciones de su marido, y él queda con la palma de la mano marcada: es el pezón ansioso que acaba de conocer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Quien coincidiera con usted en el metro, señor!

Enhorabuena por tan bello relato.

Anónimo dijo...

Cuando al fin abandonan el vagón, ella, la desconocida, se va con las mejillas sonrosadas por la emoción de sentir una caricia robada en ese pecho abandonado de las atenciones de su marido, y él queda con la palma de la mano marcada: es el pezón ansioso que acaba de conocer.

Impresionante el estigma, me ha encantado.
Un magnífico relato, breve pero intenso.
Julia.

Anónimo dijo...

Cuando al fin abandonan el vagón, ella, la desconocida, se va con las mejillas sonrosadas por la emoción de sentir una caricia robada en ese pecho abandonado de las atenciones de su marido, y él queda con la palma de la mano marcada: es el pezón ansioso que acaba de conocer.

Impresionante este estigma, me ha encantado.
Un magnífico relato, breve pero intenso.

Julia.

Todo a Cien dijo...

que bueno el relato, me gusta porque es muy descriptivo...y a la vez erótico. un buen blog, si señor. me gustó visitar tu morada virtual. un saludo,