sábado, abril 14, 2007

LA SIESTA


Pasan los días y llueve al fin. En este territorio levantino quería y el Palmeral permanecía seco. Dirán que, llover, llover, sólo como al final de la tarde del viernes, ocasión tormentosa sobre Crevillént y Albatera, pero llueve. Hubo torrijas después de la siesta y es que no hay nada como permenecer un rato sobre esta parte excelente de la vida y celebrarlo con un dulce. De la Carne en salsa, memorable, que nos sirvió Maru, solo elogios dignos de un tratado de gastronomía. Así pues...




LA SIESTA


Por Juan Gil- Albert


Si alguien me preguntara cuando un día

llegue al confín secreto : ¿qué es la tierra?

diría que un lugar en que hace frío

en el que el fuerte oprime, el débil llora,

y en el que como sombra, la injusticia,

va con su capa abierta recogiendo

el óbolo del rico y la tragedia

del desahuciado: un sitio abrupto.

Pero también diría que otras veces,

en claras situaciones alternantes,

cuando llega el estío y los países

parecen dispensar la somnolencia

de un no saber por qué se está cansado,

mientras vibra en lo alto, alucinante,

un cielo azul, los frutos se suceden

sobre las mesas blancas, y entornados

los ventanales, frescos de penumbra,

buscamos un rincón donde rendirnos

al dulce peso, entonces sí, diría

que la tierra es un bien irremplazable,

un fluido feliz, un toque absorto.

Como una tentación sin precedentes

hecha a la vez de ardor y de renuncia.

Una inmersión gustosa, un filtro lento.

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