No deseo la muerte de nadie. Nunca la deseé. Sin embargo la clausura de cierto tipo de existencia, su cese, sobre todo si es voluntario acontecer o inevitable ley de vida, tampoco provocará mi luto. Por lo tanto, el criminal confeso, justamente condenado y, a punto de concluir la pena que se le impuso, sin trazas de haberse arrepentido de las atrocidades que le llevaron a prisión, determinado a poner fin a su vida si no se cumplen las exigencias personales que correspondan, podría, por mi parte, ir solicitando la presencia de la Parca mejor ahora que luego. Es el caso de esa broma macabra con aspecto humano que fue bautizado Ignacio De Juana. Alguien de quien uno se reiría a gusto sino fuera porque el absurdo de su presencia en este mundo ha creado tanto dolor. Y, probablemente no seré alguien partidario de la vida, como afirma que sí lo es ese campeón de la infamia y farsante que se llama Alfredo Pérez Rubalcaba, portavoz que fue del gobierno de los GAL. No lo seré porque la vida de un asesino que se reafirma en el desprecio por la sangre cobardemente derramada me importa un pito. No lo seré porque creo que bestias como la nombrada sólo merecen un calabozo insalubre hasta el fin de sus días: justo lo que no sólo no va a tener, sino que ni siquiera cumplirá la condena a la que ha sido condenado en su totalidad. Y no lo seré porque no me creí aquello de exigir un “gobierno que no nos mienta”- como si existiera un gobierno de pulcritud ética digna de exposición- igual que no me creo ahora a un gobierno opaco informativamente y nada más operativo cuando los vientos soplan según su propio interés. Y no me creo a un gobierno que cede a la extorsión. Un gobierno que se reviste de humanitarismo por empecinamiento en unas negociaciones, en un proceso que hace poco se cobró dos muertos. Un gobierno que cede a las exigencias de un militante de aquello que precisamente más aborrece: ¿o acaso no es este cabrón- como lo denominó Rodríguez Ibarra- un exponente de lo más alejado de la paz, de lo opuesto a la legalidad internacional?... Así que, considerando además que los familiares de los asesinos empiezan a tener el mismo peso que las victimas o sus allegados, ya que me repugna tal exaltación, declaro ser un irredento fascista incapaz de la piedad y sus valores. Ser un tipo que, como no comulga con las ruedas de molino sobre las que se desliza el entramado gubernamental, como no admito su intervencionismo, ni la constante exhibición de valores que critica en los que no se arrodillan a su paso, me rapo la cabeza de martes a martes y canto el Cara al Sol en la intimidad. Al fin y al cabo, bíblicos los de ZP a pesar de su anticlericalismo, son de los que aseguran que o se está con ellos o contra ellos y los que disienten no merecen- no merecemos- el agua, como el enemigo. Digo que un presidente de gobierno como el actual, a todas luces responsable de una ignominia que viene a coronar los Cien Años de Honradez que ya se desgajaron por tantas cosas durante los gobiernos de Felipe González, solo será refrendado en las urnas si triunfan los que vienen tras cada metedura de pata de Rodríguez y su pandilla pregonando la mierda ajena para justificar la defecada por el actual ocupante del Palacio de la Moncloa. Y si eso supone que se diga de mí que bebo en las barbas del señor Rajoy, dígase. Y si se aduce que le pongo velas a Aznar, que santifico a Bush, que no sé decir NUNCA MAIS ni NO A LA GUERRA, allá los que, de todas formas, por no concluir de acuerdo a las consignas de los que mandan, mantendrán que crispo. Dígase, y luego, cada cual que se quede con su propia imagen ante el espejo. Igual muchos no pueden sostenerse la mirada de vergüenza.
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