martes, marzo 27, 2007

REINA POR UN DÍA


La belleza es un supuesto de bondad atribuible a los seres, los objetos y la naturaleza en el que las modas tienen voz y voto. Luego cada observador identifica lo hermoso según el concepto que tiene de sí, las conveniencias sociales y el talante cultural forjado a lo largo de su vida. Por lo tanto, se discute en la barra del bar igual que en los cenáculos del arte, el valor de lo precioso y su enunciación. Tanto como para reclamar atención televisiva en función del gran cambio. El de los desafortunados “patitos feos” que nunca llegarán a cisne y, sin embargo, lo desean. Lo desean o alguien les convenció de una necesidad así… El caso es que, desde la noche del domingo veinticinco de este mes de marzo se puede ver en ANTENA 3 TELEVISIÓN, Cambio Radical, espacio presentado por la periodista Teresa Viejo. Un programa que, conforme a lo declarado al periódico 20 MINUTOS por quien fuera, entre otros cargos profesionales, directora de la revista Interviú, constituye “… una adaptación del formato estadounidense Extreme makeover, en el que quienes necesitan un cambio de imagen, bien por motivos físicos o psicológicos, lo obtienen con ayuda de un equipo de especialistas. Pero incorporamos el momento feliz del reencuentro de estas personas, ya transformadas, con su familia. Es una lectura feliz de ese instante”… De modo que la democratización e imperio de los guapos, está al alcance de una lotería: premio a los capaces de superar el filtro de selección correspondiente. Seguro, digo yo, un cedazo cuyos agujeros de criba serán de una dimensión equivalente al deterioro objetivo del aspirante, en combinación con el juego que pueda dar en pantalla su biografía y las de familiares y amigos. Por otra parte, entretenimiento, espectáculo, morbo y sentimental reportaje humano, para los que entiendan que una cosa así está muy bien y, objeto contratante del negocio de traficar con la propia vida, a la vista de los que pensamos en esta nueva diversión, lejos de lo que podría denominarse divulgación sanitaria, como en una variante de “telemercado” en la que se vende a precio de vivencia lo que ni siquiera en el dominio de la ficción es cierto. Porque, al margen de toda valoración moral: ¿les explicarán a los “participantes”, como llama la periodista Viejo a quienes aspiran a transformar sus vidas por este medio, que ser como los bellos y bellas de turno, cuesta dinero, mucho, mucho dinero? ¿Y que lo conseguido hoy, si no se mantiene recurriendo a los mismos especialistas u a otros, no solo esteticistas cirujanos, sino dermatólogos, cosméticos, peluqueros, sastres o diseñadores, como ahora se dice, no vale nada? ¿Sabrán que sin mantenimiento este teatro, en el más repugnante sentido de la palabra teatro, es como esperar a que den las doce para salir en busca del carro que se convertirá en calabaza? Un fraude para el que no sé si estarán preparados estos títeres de la golosina insustancial a no ser que, como sus gemelos de la nueva “telerealidad” enseguida paseados por toda cloaca de la cosa rosa, esperen un destino así o el de ser elevados a la categoría de comunicadores y periodistas en las mismas ratoneras. Pero esto es cual se anuncia y se preocuparán lo justo: a la postre lo que cuenta es el número de primos que consuman el tiempo de su ocio, la audiencia, que, de ser número suficiente, dará para nuevas y lacrimógenas versiones neumáticas de aquel viejo programa que se llamó REINA POR UN DÍA.

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