martes, junio 06, 2006

BANDIDA

Desde pequeñita desmigajaba el compacto abrazo de las arenas allí donde lo recibía de los ímpetus de la mar. Veloz como un remolino daba réplica al canto de los pájaros corriendo para responder al reto húmedo de cada ola a la vez que batía con sus pies de niña alegre. Casi como cualquier otra criatura de su edad... Pero no. Girando igual que un corro de patio de colegio, mas, poderosa cual las aspas invisibles de un tornado, iba y venía sin rival entre las gaviotas y si no volaba incluso cabía dudar del tránsito de sus juegos: un lugar indefinido entre el techo de las cometas y el foso defensivo de cualquiera de los castillos que niños o no tan niños edificaron en el sueño de un día de verano.

Y así fue día tras días incluso cuando de la infancia a la hermosa adolescencia la mariposa tornó en albatros. A nadie extrañó que desapareciera porque permaneció con todos. Se elevó un día de acrisolada felicidad más alto de lo que nunca logró Juan Salvador Gaviota y al retornar, ya pura esencia, sopló amable brisa dueña de todos los cariños del mar grande y del amor.

Allí, en aquel lugar de la costa mediterránea a la brisa que alivia de los rigores del estío, le llaman bandida, como la bautizó su padre.

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