viernes, junio 09, 2006

DECLARACIÓN DE MIS PECADOS Y PLEGARIA A HERRERA EN LA ONDA

Pues, señor, qué hace bien poco fue "el día de la Bestia" y sigue buscándose al diablo: ya lo decía Luis Eduardo Aute, "Cae fuego en lugar de maná/ se disfraza el asfalto del mal/ el zapato no encuentra el dedal/ parece que anda suelto Satanás/ parece que anda suelto Saaaatanas./Canta Bruce Springsteen en el CD/ tinta roja escrita en la pared/ un cadáver abraza la fe/ parece que anda suelto Lucifer/ parece que anda suelto Luuuucifer./ Un semáforo va a dar a luz/ una novia vestida de tul/se masturba sobre un ataud/ parece que anda suelto Belcebú/ parece que anda suelto Beeeelcebú./ Anda suelto Satanás/anda suelto Satanás,/ parece que anda suelto Satanás/ anda suelto Satanás/ anda suelto, anda suelto... Satanás.

Pero...

Lo escribo de nuevo para asegurarme: “Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis”. Está claro. Y creí, como todo el mundo, que la profecía del Apocalipsis tendría que ver con otra cosa, por fuerza, puesto que la fecha innumerables veces repetida en lo que respecta a la coincidencia de esa cifra maléfica, y recientemente sucedida, fue asunto de guerras, hambre, disputas, confabulaciones y envidias nada más. Vamos, igual que cualquier época en la historia del ser humano. Sin embargo, acabo de darme cuenta que no. ¡Que no!... Que el Harmagedón se está produciendo ya. Es algo inaudito, de ingeniosa estrategia y que terminará por someternos a todos al horror. Probablemente, como yo mismo, muchos seamos en estos momentos los contaminados. Es algo que no me importa declarar a pesar de que, como al principio cuando se conocieron los primeros casos de SIDA, se me pueda empezar a tratar de apestado. Pero es así, puesto que pereceré en los dantescos fosos de la condenación eterna, no me importa ser caso de interminables habladurías. Que sirva lo que para mí es irreversible escenario de finitud inacabablemente agónica, para otros aún en el camino de evitar tales suplicios. La bestia está aquí. Cerca del corazón a veces, próximo al sagrado lugar anatómico de la virilidad en mi caso otras; aquellas cranealmente pegado y las más quebrando los pliegues de la vida en las manos. Digo de la telefonía móvil y sus esclavizantes efectos. Y lo aseguro porque el número que he de marcar a fin de conocer mi saldo en periodo de treinta días es el seiscientos sesenta y seis. Número de varón. El presidente de Telefónica... El de Vodafón, el de Amena, el de Tele Dos o de cualquier otra empresa no sé, pero el de Telefónica... Y ahí me duele, en el bolsillo, en la cuenta corriente, en la factura, único correo que recibo al viejo modo. Estoy perdido, arderé mientras suenan melodías tono o politono en las que ZP canta el himno del Barça, Rajoy, afirma una y otra vez, como Ozores, “No, hija no” y Llamazares pega saltitos para llegar al micrófono y decir esta izquierda es mía. “¡Oh líder mediático!, Herrera en la Onda de todos mis días por la mañana, escucha y pregunta en tu tertulia, ¿cómo salvarnos? Eres mi última esperanza.

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