domingo, junio 11, 2006

DE LAS VENTAS MASIVAS, LA LECTURA Y EL TAMAÑO

En “Un burdo rumor”, Javier Krahe, compositor y cantante al que siempre merece la pena prestar atención, pretende “desfacer entuertos” y explicarse. Desmentir bulos e infundadas habladurías originadas por algún malentendido acerca de los usos y medidas de su virilidad. Concretamente, la letra de la canción a la que aludo dice: “Pero como veo que por ser tu tan cotilla/ va de boca en boca y es la comidilla/ en vez de esconderla como haría el avestruz/ tomo mis medidas, hágase la luz./ Y aunque en rigor no es mejor/ por ser mayor o menor/ una encuesta he hecho a mí alrededor”... Y ahí me detengo, no puedo- si no leer, escribir- muletilla necesaria y archiconocida que se hizo famosa durante las emisiones del mítico concurso televisivo, obra de Chicho Ibáñez Serrador, UN, DOS TRES RESPONDA OTRA VEZ. Y no puedo porque he de quedarme con lo de la encuesta, con la estadística. Sí porque, hace unos días hice un tranquilo viaje por los túneles de Madrid. Un espacio, este por el que discurre el Metropolitano, que reúne a lectores y, sobre todo, lectoras como ningún otro. Se sabe que muchos ciudadanos- insisto, sobre todo mujeres- emplean el tiempo que transcurre entre estación de partida y punto de destino, en disfrutar y entretenerse con la voz escrita de aquellos que estos días, por ejemplo, triunfan, en la superficie, firmando libros de los expuestos en las casetas dispuestas en el Paseo de Coches del Retiro. Y, precisamente por este motivo, hice tiempo por andenes y galerías, y de una línea a otra subí y bajé de trenes. Quería saber qué es lo que leía la gente. O, dicho de manera veraz, averiguar si ese libro campeón entre campeones, EL CÓDIGO DA VINCI, hacía honor a su tan cacareado éxito de ventas como lectura preferida de los ilustres usuarios del transporte público de la capital de España. Pues bien, aunque- como en todo estudio demoscópico- me limité a tomar una muestra visual de las costumbres lectoras que ya he dicho me interesaban- sino aún permanecería de tránsito por las tripas “del foro”- los resultados son del todo concluyentes: el libro de Dan Brown quizás sirva de adorno en los muebles hogareños de aquellos que lo adquirieron, alguno empezó a leerlo y se lo dejó olvidado en la papelera que todavía no fue masacrada por los vándalos de fin de semana, obra en poder de algún “místico hereje” que lo mantienen en una hornacina sagrada, o sucede una conspiración vaticana cuyo propósito es deshacerse del mayor número de volúmenes de “El Código”. Porque, nadie lo leía, cero personas. Ni siquiera lo portaban cerrado o descansaba en una bolsa de compra de El Corte Inglés. Y no se puede decir que, dado el número de páginas y, por lo tanto, las considerables proporciones de cada ejemplar, sea una pieza de lectura inadecuada para los trayectos de los que hablo. Tamaño que, como dice la canción de Krahe a la que me refería al principio- “No sé tus escalas por lo tanto eres muy dueña/ de ir por ahí diciendo que la tengo muy pequeña/ no está su tamaño en honor a la verdad/ fuera de la ley de la relatividad”...- puede ser y de hecho está sujeto al estatuto que enunció Einstein, peronunca obstáculo para lograr la culminación del reconocidísimo goce: los libros que se leen en el Metro de Madrid son de todas las dimensiones y formatos. Así pues, queremos un gobierno que no nos mienta, queremos una oposición que no se niegue por sistema: ¿qué ha sido de Da Vinci y de su código? Zetapé, Mariano, “Espe”, Gallardón, Baronesa, ¿qué fue, dónde?

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