sábado, junio 03, 2006
SUEÑOS DE AUTOBÚS
Si fuera cierto que todo ocaso y conclusión de vida humana es mero tránsito hacia otra existencia, si fuera cierto, quizá los arquitectos obrarían en la eternidad encaprichados de las tormentas. Porque sólo quienes proyectan cobijo, uso artificial del espacio a salvo del clima por motivos particulares o sociales, digo yo, pueden responsabilizarse de edificar los complejos entramados de humedad que luego desencadenan salvajes precipitaciones de electricidad y agua. Eso es lo que me parece. Tal vez porque conocen los secretos de la compartimentación del aire, igual a causa de la costumbre de tratar con materiales diversos en amalgamas imposibles. El caso es que la superposición de masas nubosas como si alguien diera lugar a catedrales en el aire, más allá de las consideraciones científicas que explican este tipo de fenómenos atmosféricos, es una ocurrencia que deseo atribuir a seres especiales. Entidades que, por supuesto, me ignoran mientras admiro su proceder en este lunes de Junio. Viajo a tierras de levante y el autobús en el que tengo plaza discurre por las llanuras de Albacete. Es desde ese asiento que observo la progresión nubosa abundante en volúmenes esféricos. Luego, cuando abro los ojos- dicen que soy afortunado por conciliar el sueño durante estos largos trayectos por carretera- aún en las calles de Elda, la suerte está echada. El juego de blancos y grises, de aterrazados, cúpulas, minaretes y toda suerte de formas monumentales, ha dejado paso a un homogéneo y plomizo muro que es amenaza y aviso. Cesa el sol en su imperio y, al pronto, una andanada de perlas ametralla todo lo que existe entre el cielo y el suelo. Es el principio del fin de lo que fue una odisea parafísica, según la he ido viviendo, descontando minutos de los que separan en tiempo Madrid de Elche. No sé en ese momento que acontecerán tres días de lluvia cual temporal de otoño, pues regresa el sol al avistarse el Palmeral... O acaso es la sonrisa de la pecosa ilicitana que radiante de contento me espera en la estación de autobuses, con la que me bañaré bajo un “calabobos” mediterráneo al día siguiente en las aguas de Guardamar del Segura. Una mujer de la que no tengo por qué dar explicaciones- ella sabe, siente y basta- pero a la que menciono porque si este entretenimiento de viaje deviene en reflexión escrita y proporciona a quienes leen un momento de sosiego, tiene que ver con ella y es tributo a la misma maravilla que le corresponde. A ella y a lo que estimo sin reservas de su entorno... Pero, de todos modos, antes de apearme y recoger mi equipaje, casi pienso en voz alta:”¿Por qué no se realiza en estas tierras de escasa pluviometría alguna infraestructura que sirva para recoger y almacenar el agua que de cuando en cuando traen las nubes y se desperdicia, como hoy, entre sueños de autobús?... No hay respuesta pero en el andén me esperan. Es mi alegría. Saludos.
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