lunes, junio 12, 2006

PROYECTO GLORIA

Así lo acaba de denominar Isabel Gemio y acordarme de la Madre- lo escribo con mayúsculas porque me parece el paradigma de lo que puede suponer ser madre- Teresa de Calcuta es lógica, inmediata y natural recreación en mi memoria. La periodista abre los micrófonos de Onda Cero Radio para conversar con una mujer trabajadora que se gana la vida empleada en la terminal T4 del aeropuerto Madrid- Barajas. Entrevista a una mujer de voz juvenil que, desde muy temprana edad participó en todo tipo de voluntariados. Una mujer que suma ya siete años de su vida ejerciendo de ONG en el mejor y más valioso sentido de la palabra. Ella acoge a muchachos desahuciados o en vías de serlo por motivos relacionados con las adicciones, el desarraigo o la delincuencia, personas enfermas e incluso sin esperanzas de vida. Ella sola, sin vida privada, haciendo lo posible y lo imposible para AMAR. Y también lo escribo como dice ella que es su amor. Probablemente la única forma, la verdadera forma del amor. La de la donación no la del sometimiento. No el amor posesivo tan propio de las mal entendidas relaciones románticas de patrón clásico, sino el AMOR que es dar y darse por el único interés de AMAR. El AMOR que triunfa y es de verdad en la convivencia... Sobrevive con sus once muchachos en una casa que, al final ha tenido que comprar en el centro de Madrid, sobre todo, dice, gracias a las aportaciones particulares porque las subvenciones que las administraciones conceden no solo son insuficientes sino improbables en muchos casos. Cuenta del caso de un joven enfermo de SIDA al que los médicos le daban ya por casi muerto y que lleva cinco años con ella, relativamente estable en lo que respecta a sus problemas de salud y reincorporado a la vida laboral además de instruido mínimamente: con ella obtuvo el Graduado Escolar. Lo relata serenamente y me emociona. Creo firmemente que, como decía Bertolt Brecht, los imprescindibles existen. Y son personas como Gloria. Gentes que dedican toda su vida a corresponder con sus semejantes. Unos, atentos a su profesión buscando la excelencia día a día; otras, como esta mujer que dice obtener toda su energía de la fe que profesa, de la fe cristiana, apurando cada segundo, cada latido, cada bocanada de aire que respira para confabularse y, en aras de la vida, dar lugar a lo más hermoso. “Glorias”, porque habrá muchas, muchas más en todo el mundo, que sin grandes discursos, publicidades, pancartas ni otras alharacas de “boquilla o de bocaza” callan y no paran de hacer, de trabajar, de AMAR y de darnos ejemplo. Y a estas personas son a las que respeto, las que merecen el honor, la dignidad y el bien en contra de muchas que pregonan y cacarean consignas que ni ponen ni pondrían en práctica jamás. Estas personas son en las que hay que fijarse, de las que tomar nota si pretendemos crecer y ser mejores de lo que un día pudimos ser: ojalá entonces, cuando hayan pasado varios soles, al encontrarme conmigo mismo sepa apreciar que le llego a Gloria a la altura del calzado con el que da cada uno de sus pasos.

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