domingo, junio 25, 2006

DE LA LUNA CAÍDA* A LA LUNA DE SAN JUAN

Estuve a punto de callarlo y quizás eso es lo que debiera haber hecho. Pero, ¿cómo engañarte? ¿Cómo ocultar esa sorpresa que me robó parte del tinte mediterráneo que cobré paseando contigo al sol?... La luna de ceniza ofrecía su vientre a los gusanos emergiendo apenas entre la basura dentro del contenedor. La misma luna que acompañó las ilusiones de niños de todas las edades que sobre el escenario del Maratón explicaron el mundo de todos los mundos y atentos, armando oleadas humanas unas veces más tranquilas otras veces menos reposadas a la hora de escuchar, recibían la risa, la emoción, el gozo... Porque hasta ahora sólo te lo había contado. Te dije de una ciudad que tenía verdadera noticia de sí misma cuando, a mediados de junio, casi al final mismo de la primavera, se daba cita en el mejor de los escenarios- ese Patio de los Leones del Palacio del Infantado- para regresar a los orígenes de la vida. Porque de eso se trata. Apelar a la palabra para reencontrarnos, para reconocernos en otros y otras que hubiéramos querido ser o a los que hubiéramos querido acompañar. Y, seguramente, en ese momento de escuchar al narrador que corresponda, vivir esa parte de la vida que aún no vivimos... Escribir cuentos es gloria que, a veces, los libros dan a la eternidad, pero palpitar garganta afuera mientras pares de ojos y pares de ojos vuelan al tiempo que vuelan los brazos de aquel a quien se concedió la palabra en gesto único y única voz, es una experiencia equiparable al mejor y más valioso de los tesoros. Por eso me gustó que en esta ocasión, cuando acordamos subir y bajar mediante una escalera fantástica del entarimado donde se desarrolló la edición número quince a los dominios de plata de la luna lunera, apechugaras con el sinsabor del clima, el desgaste de las horas y fueras una más, pues estuviste a mi lado cuando conté aunque permanecieras fiel con los fieles escuchantes a esas horas de después del amanecer, entre los novecientos seis cuentistas que, durante cuarenta y seis horas de narración oral ininterrumpida, contaron, contamos, seiscientos treinta y seis cuentos. Es la fiesta de Guadalajara, mi fiesta y, ahora, ya lo sé, puede empezar a ser tu fiesta. Por eso te entregué esa rosa de cerámica, ese redondel esta vez de divertida luna, que distingue a los que ofrecen unos minutos de su latente ingenio en pos de otorgar un pedazo de maravilla porque sí, ya que era tan tuyo como mío: el honor del narrador también lo es de quien le ama... Pero me apenó el destino de la luna que sabíamos de cartón y no por ello menos luna. Una luna derrotada, desasosegante que fue luna de delicias. Una luna, sin embargo, que se alzará para todos con el mismo rubor de plomo y gordezuelos resoplidos de partículas estelares que formaban letras en el aire, cuando el Maratón número dieciséis se inicie el año que viene. Yo lo sé y sé que habrá esa misma luna llena allá donde tu hagas pie sobre la arena que besa el “Mare Nostrum” en la noche de San Juan.

*LA LUNA GANÓ EL PULSO A LA LLUVIA EN EL MARATÓN DE LOS CUENTOS.
El balance de la décimo quinta edición del gran Festival de la Palabra no pudo ser más satisfactorio: 906 cuentistas, 636 cuentos, 46 horas de narración oral ininterrumpida y un éxito de público a pesar del mal tiempo.

NOTICIAS DE GUADALAJARA. Viernes 23 de Junio de 2006

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