Han sido sólo tres días, lo prometido...
“Los grandes logros sociales de este Gobierno se venden mal porque la prensa no es del Gobierno. Todos van a favor de la oposición. Afortunadamente, cada vez se venden menos periódicos”… Son palabras de la ¿célebre? escritora Rosa Regás, actual directora de la Biblioteca Nacional. El Gobierno que es afrentado desde la totalidad de la prensa, según afirma la mencionada señora, el de don José Luís Rodríguez. Una voz, la de Regás, que aparece impresa en el último número de TRIBUNA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA, que edita el sindicato Comisiones Obreras, y manifestaciones políticas de la dicha recogidas por el diario El Mundo, edición con fecha cinco de agosto del presente dos mil siete. Así pues, ya que es una de las máximas autoridades dentro de la administración con competencias para velar por el bien de la lectura, hemos de creer e inclinarnos por su dictamen. Dejemos de leer la prensa porque ni es del gobierno, ni favorece al gobierno, ni dice lo que dice el gobierno. Desconocemos lo que pensará la “bibliotecaria” si, por uno de esos azares de la vida la línea editorial de cualquiera de los de la “canallesca de papel” rotara desistiendo de rumbos anteriores pronto a poner proa y hacer historia cual el incunable de la información, el que no es periódico sino santo misal de todo lo que tiene que ver con la izquierda incluso cuando de Llamazares se trata y no digamos Carod, la perla de la armada cultural, sentimental e ideológica a la que llaman EL PAÍS. No se sabe, pero, conforme a su prédica, la cabecera recién nombrada, al no pertenecer a la corte de quienes ni hacen de pregonero ni consienten en moderarse a la hora de criticar, al no ser periódico sino Palabra de Ferraz- para quienes no estén al tanto, Ferraz es la calle de Madrid donde tiene domicilio la sede central del Partido Socialista Obrero Español- reposará a la hora del desayuno en su mesa de despacho. Y esta ignorancia en la que vivimos, sin embargo, es fuente de variada luz. He aquí pues, que los que pretenden desde su bancada el pensamiento único, se descubren y aceptan salir del armario de una vez por todas. Quien debiera defender toda forma de lectura, aceptar la pluralidad, la diversidad, el parecer contrario e incluso el gallinero de quienes desde sus tribunas prefieren ofrecerse del modo menos digno posible, quien, por su cargo y autoridad habría de leer todos los días un aseado resumen, tanto de la prensa nacional como de la de provincias, atender a las publicaciones gratuitas y al soporte de noticias y opinión propio de Internet, logra que veamos en ella al bombero que incinera la palabra escrita, que dictamina con su alegría por el descenso en la venta de periódicos lo que es bueno y lo que no. Y que todo lo malo es lo que quema, lo que rechaza, lo que está al otro lado de su criterio político. Todo un muestrario de autoritarismo a la imagen y semejanza del mismísimo General Franco. Un comportamiento que ensucia la palabra con la que debería tener cuidado y una persona que, hace tiempo, se gano el motorista a la puerta de su casa confirmando la destitución que merece. Porque si alguien en el ministerio de Cultura, con verdadera sensibilidad y vergüenza, se enterara de lo dicho por semejante bien pagada acólita, ya debería haber puesto fin a su carrera. No es así y habremos de seguir sufriéndola pero yo no voy a solicitar la quema de sus libros, de los que esta señora ha escrito, ni alentar a que se priven de la lectura de los mismos. No, que va: léanlos, quizás en ellos encuentren más perlas como la que encabeza esta pieza que bien pudiera figurar en una de esas instituciones de información que, tan convencidamente, rechaza.
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