viernes, abril 21, 2006

CUANDO EL AMOR DUELE

Cuando el amor duele es el título de un artículo firmado por Belén Tobalina que publicó el diario LA RAZÓN, concretamente el día cinco de este mes de febrero. En él se leen los siguientes datos: “el 10, 8 por ciento de las féminas y el 8, 7 por ciento de los varones son dependientes emocionales”,. Son cifras que ofreció María de la Villa Moral, profesora de Psicología Social de la Universidad de Oviedo, durante el transcurso del Primer Encuentro Profesional sobre Dependencias Sentimentales: Dependencia afectiva o emocional, adicción al amor, Codependencia y Bidependencia. Todo ello organizado por la Fundación SPIRAL. Pero no acaba aquí la información: “Por añadidura, más del 49 por ciento de la población declara tener algún síntoma doloroso de dependencia y el 56, 9 por ciento se reconoce a sí mismo como adicto al amor. Un dato más es que si las mujeres son más dependientes, los hombres, en cambio, sufren más la adicción al amor”. Por otra parte, la apreciación que se deduce de las cifras ya señaladas, viene a esclarecer algunas pautas relacionadas con lo que se llama violencia de género o violencia doméstica. Prueba de ello son las palabras que la redactora Belén Tobalina atribuye a Leandro Palacios, psicólogo clínico de la Fundación Instituto Spiral: “Si no todas, un porcentaje muy elevado de las mujeres que sufren violencia de género padece esta patología”... Siempre digo que la educación a la que accedemos desde nuestros primeros días puede ser pródiga en datos y perfectamente eficaz a la hora de permitirnos ser individuos productivos y autosuficientes. Sin embargo existen demasiadas carencias en ese aprendizaje y una de ellas es la que tiene que ver con los afectos. No nos enseñan a amar y no basta ser amado para conocer lo que en verdad supone el amor. Por desgracia y como se lee en el artículo al que vengo haciendo referencia cunde la impresión, yo diría casi el dogma, de que se trata de “Amar o ser amado pese a quien pese”. Incluso a costa de uno mismo, añado. Y tal postulado, si bien puede ser caldo de cultivo excepcional para la literatura, el cine o cualquier otra forma de expresión artística, reducto explicable en otros tiempos y sociedades si se atiende a la realidad, es una peligroso brebaje que termina por surtir unos efectos que niegan el amor mismo. Ocurre que quien no se respeta, no se ama, no se da a sí mismo, poco más tiene que ofrecer a quien es objeto de su cariño- no olvidemos que amar es donarse- que su propio pellejo. De ser así hablamos de sometimiento, de entrega condicionada y dolor. ¿Por qué? Porque si uno se encierra, por propia voluntad o encantamiento, en las fascinantes dependencias del bien que le proporciona la sola presencia de aquel o aquella por quien suspira, olvidándose de sí y del mundo, esclaviza su ser o lo limita, cuando no es secuestrado. Así es que cuando se produce la falta de aquellos a los que se adora sucede un fenómeno de ansiedad equiparable a la ausencia de sustancias estupefacientes en un drogadicto. Decimos con cierta frecuencia “mi mujer”, “mi hombre”, nos adueñamos del otro y afirmamos que somos en exclusiva para el que nombramos con tanta devoción. Y ese rasgo posesivo, esa desvinculación de amistades, familia y experiencias sociales que conlleva la asunción extrema de querer ser y que se esté privilegiado, es origen de graves deterioros de personalidad, incapacidad para actuar individualmente y constante degradación. Se me dirá que cómo es posible que mucha gente se consagre a otra y acabe su vida tan feliz. Pero eso no es más que desconocimiento. Habría que ver por qué indignidades han pasado determinadas personas- y pienso sobre todo en mujeres- confiadas en que la vida era así. Pero de todos modos, para quien en estos tiempos aún crean que amar es ser propiedad de algo o de alguien, que prosiga, sarna con gusto no pica se dice en castellano.

No hay comentarios: