viernes, abril 07, 2006

TODO UN HALLAZGO

En esta dirección personal me he detenido durante un rato: http://silsh.webcindario.com/

Muestra de lo que la autora pone a disposición de aquel que la visite son, por ejemplo, los textos que copio acto seguido: uno de cada en prosa y en verso...


CUENTO DE SAPOS

Ella desanda caminos de azabache y carmín, se viste con pétalos de rosas que abrocha con luciérnagas de verano clandestino. Se perfuma en jazmines a destiempo, mientras juega su boca con una hoja de menta.
(Bach está ciego, sólo pellizca notas en el aire)Sobre un hilo de luna se despereza un sapo. Ella lo toma con delicadeza, entre sus manos de algodón le hace nido. El sapo bizco da vuelta sus órbitas, entibia su sangre con la caricia-niña hasta que el pánico lo incita a decidir en trampolín.El estanque lo llama, él mide la distancia de su brinco por desaparecer bajo el reflejo de plata.
(Bach está sordo, adormece la ingenuidad sobre un naranjo)
El sapo busca en los bolsillos de la imaginación, ella encuentra puñados de esperanzas.
Lo mira... él duda... ella lo acerca a su nariz... él tiembla, se despeina las manchas de la piel... ella recuerda los cuentos de la abuela, él intenta pensar, algo le ocurre (porqué los sapos no piensan, ¿o si?)Ella cree en imposibles, en los duendes, en magias. El sabe que los sapos duermen sueños de estanques. Ella quiere creer que es princesa... él quiere imaginar que ella es rana... ella... él...Los cuentos de hada existen...(Bach despierta con sigilo, limpia sus oídos con cristales húmedos y a lo lejos... ve estallar la música)
Sólo una nota vuela, desde donde cuelga un beso.

© Silsh



SIETE ESTACIONES

Llamó dos veces - él -
hasta violar sus párpados

enfatizó el silencio
con arduos jeroglíficos
pénsil
ante la duda
al trazar rumbos de cigüeña.

Le dejaron sitiar cada mirilla
hasta despanzurrar
su almohada en los rincones.

Ella mordió su fruto
y supo que eran siete
las estaciones de barreras rotas

señales cómplices
donde - él -
había bordado cadáveres
con besos lapislázuli.

Sedientos
de boyar por maremotos

ataron sus gargantas
con cadenas de zinc
bajo la lluvia.


© Silsh(Argentina

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