sábado, abril 01, 2006

EL SUEÑO DE LOS CAMIONES

“El Loco de la Colina ha vuelto a televisión Española con la voluntad de hacer un programa inteligente, libre, culto, divertido, sensible y sincero. Pide tiempo. Como el que ensaya una receta. Denuncia aquí la molicie de la televisión hipnótica, que grita y que insulta, la televisión que nos llena la soledad de ruido e impudicia”... Son palabras que Elena Pita, escribe como prólogo al juego de preguntas y respuestas en el que participa junto a Jesús Quintero en el MAGAZINE, revista dominical del diario EL MUNDO. Y de la atención a tal suerte literaria, refiriéndose al ejercicio que es su especialidad, dice el periodista andaluz: “Si el amor es conducir gentilmente al otro hacia lo que es, lo mismo puede emplearse a la entrevista.”... Leo y es en esta frase entrecomillada dónde me planto para, con las tijeras y pegamento de la voluntad, obrar a fin de quedarme con parte de la parte del aserto previamente seleccionado: EL AMOR ES CONDUCIR GENTILMENTE AL OTRO HACIA LO QUE ES... Quien fuera estrella de la radio durante mucho tiempo, primero en Radio Nacional y luego en la Ser, no dice en esta oportunidad que, la inclinación a portarse como dice que uno lo hace cuando siente la emoción suprema, tiene razón de ser al advertir en el elegido o en la elegida, calidad humana merecedora de toda celebración. Entonces sí, si existe esta lucidez y el convencimiento generoso de ofrecer loa y cuidado para provecho de su receptor y satisfacción propia, la arquitectura de la vida contará con otro espacio de bien que será contribución a la belleza cotidiana del planeta. Digo, por supuesto, que dedicar energías y recursos al esclarecimiento de la naturaleza feliz de quien hace camino a la par con nosotros, es tan importante como proporcionar las claves de todo aquello que ha de mejorar la referida persona. Se equivocan los que reparan solo en el aspecto más brillante del prójimo. Se equivocan y, sin ejercer de censores y actuar de manera represiva, conseguir que el hombre o mujer de nuestra predilección consideren en sí, además de virtudes, vicios y defectos que convendrá ir evitando a lo largo del tiempo, es gesto de cariño ilimitado al que nos obligamos si es cierto que sentimos lo que sentimos: no a causa de fuerzas ajenas sino por lealtad y sentido del deber. En definitiva, nunca desentenderse o dar por concluido el conocimiento y aprendizaje que hacemos del amado o de la amada, por el hecho de haber llegado a unos acuerdos que hacen esa relación a dos trufada de usos y costumbres destinados a la articulación de la misma. Y esto es así, salvo que el Loco esté loco, o, como decía en una película otro locutor de radio: “Esto cae por su peso, sabueso”. Naturalmente hay más formas de entender el amor, no lo dudo, pero suele llegar un momento en el que el idilio se da por consolidado y se olvidan maneras y diligencias que, precisamente, dieron lugar a la fortuna de la que tanto se presume. Es un yerro y, como ya he comentado en otras ocasiones, al fiar en las mariposas y su vuelo estomacal gran parte de lo que certifica la existencia del amor, se está favoreciendo la caducidad de lo adquirido. Eso sí, esto sólo es una reflexión que vale para el que la redacta, olviden postulados de ley y otros absolutismos: no los hay, no son necesarios.

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