domingo, abril 23, 2006

POSIBLEMENTE

Posiblemente el deseo se hace melancolía o el sueño ocasión nostálgica que solo tiene razón de ser si se paladea como si de verdad acabara de ocurrir, pero la tristeza es amarga y a menudo dolorosa. Indeseable pero perteneciente a esa parte de la alternancia universal que nos lleva del día a la noche, del agua al fuego, del abrazo al desencuentro. La frecuencia con que se dan esos cambios, la medida temporal que es necesaria para un ciclo suceda a otro, tiene relativa importancia. Lo que parece indudable es que nadie puede permanecer indefinidamente en la alegría, igual que es imposible mantenerse en vigilia a ultranza... Y aquí tengo la tentación de afirmar algo relacionado con la resignación y la paciencia, mas no lo haré. Cuesta mucho concebir el aprovechamiento positivo de nada de lo que nos sucede cuando estamos quebrantados, somos sufrientes, padecemos desgana por lo que nos alimentó alguna vez atendiendo solo al modo urgente de restaurar la salud del espíritu, de combatir el dolor que no nos atormenta menos por no ser encarnado. Y si hay artistas capaces de canalizar esa energía a favor de una creación que merezca la pena ser compartida, quizás es porque el germen de la desolación reside desde el mismo alumbramiento en las entrañas de cada uno, igual que el aire feliz de la sonrisa es soplo que se extiende desde los pulmones por todo el cuerpo. La virtud de los poetas, sea cual sea la disciplina artística en la que se expresen, es saber dónde se alojan los referidos agentes del abatimiento y de la dicha para reproducir su influjo no importa cual sea realmente su estado de ánimo. Lo más común es que, ante un episodio de aflicción nos bloqueemos tanto como cuando el regocijo más estimulante nos inunda. No es difícil de entender que, por tremendo desasosiego o efervescente buen humor, atendamos en exclusiva a lo que en ese mismo momento nos sucede. Será a lo mejor, cuando esa marea cede- no necesariamente que nos haya dejado- a la vez que logramos cierto equilibrio de ánimo, el momento de obtener algún valor de la experiencia. En ese sentido, si creo que la tristeza aporta bienes y utilidades. Probablemente, posiblemente, se puede decir sin originar engaños que la tristeza permite reconocer la verdadera dimensión y precio de todo aquello que nos invita a vivir y forma parte del acervo que a cada uno corresponde. Una pérdida establece la magnitud precisa de lo que supone disfrutar de algo como lo que se fue o todo otra merced similar. Así progresamos y nos hacemos más cuidadosos con lo que es propio del día a día... No digo que sea deseable exponerse a una situación desesperada para progresar, pero opino que, sino para lograr un verso bonito, deberíamos aprovechar las malas rachas a fin de reincorporarnos a la vida tras dar un nuevo paso hacia la excelencia.

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