sábado, abril 15, 2006

UN AUTORRETRATO POSIBLE

Autorretrato, además de una palabra donde se repiten vocales y consonantes es término cuyo sólo uso supone la oportunidad de una evocación gráfica para mí. Pienso en pintores y dibujantes atentos a la imagen que de ellos mismos se refleja en un espejo trazando las líneas del contorno de sus rostros a fin de lograr una pieza artística que responda a la identidad propia. Por escrito existen esos mismos ejercicios, las semblanzas, biografías y otros actos en prosa o en verso tendentes a lo ya dicho, y puesto que la más acertada expresión que, mediante lápiz, bolígrafo, pluma, ceras, pincel, rotulador o cualquier otro instrumento pictórico posible he logrado, ha sido la superposición de un seis y un cuatro para hacer, como se dice, la cara de tu retrato, ya que me place, me serviré mejor del alfabeto para obrar como dije de los que sí saben mostrarse de entre las alburas de un lienzo. Mas, en vez de redactar la sucesión de rasgos y fisonomías que conforman la personalidad y circunstancias de quien está en el empeño por el que se escribe todo esto, señalaré algunas de las cosas que no me corresponden. Actuando excluyentemente, en este caso, se recorre un camino de los muchos posibles para conocerme, posibilidad que recomiendo con tiempo por delante. Por lo tanto, no se me atribuirá percha que lucir sobre una pasarela, y el aspecto físico general que de mí es conocido, probablemente, sin ser más ni menos, nunca generará expectativas juveniles acerca de mi persona. No tengo una voz cautivadora, ni unos ojos como para citarse cual ejemplo de fulgor y si algo se sabe de mis besos, no es por el resalte sugerente de mis labios. No soy atlético, no tengo problema con la altura de los marcos de las puertas y si fuera al sastre tampoco concluiría el corte de la tela necesaria para confeccionar mi mortaja con idénticas medidas a las de un peso gallo, hablando en términos “boxísticos”. No soy feo, no soy guapo, ni resultón, ni atractivo ni paso por generar morbo en quien me ve. No soy bailarín, ni destacado deportista, mal se hará si se dice de mí que pudo competir con Casanova o Don Juan y permanecerá en el error quien se empecine en exaltar mi temperamento latino. No me gustan las multitudes así que en el armario donde guardo la ropa escasea el espacio para los trajes de fiesta y raramente me encuentro cómodo si me siento observado o la coincidencia social me lleva a compartir la mesa con numerosos comensales. No soy forofo de nada, ni pierdo los estribos apasionado por tal o cual artista. Carece de sentido buscarme ante los altares y se equivoca quien desee encontrar en la solapa de mi camisa el distintivo de rojos o de azules. No me mueve la prisa ni me gusta que se quiera saber de mí todo al instante: esa es la causa de que acabe aquí esta breve pulsión ilustrativa de lo que no casa conmigo. La lista de lo que no soy es mucho más amplia y como esto no es una novela sino el muy corto encuentro con una prosa modesta, quien así lo estime tomará todos estos datos como punto de partida, orientación enigmática tal vez, pero lugar desde el que ir reuniendo o desechando. No estimo adhesiones inquebrantables ni espero la aquiescencia general. No me da miedo pensar en que no gustaré a la humanidad entera. He dicho.

No hay comentarios: