jueves, abril 13, 2006

¿SOLO SUEÑOS?

De “Casa de campo” a Canillejas, mi destino, hay treinta estaciones de metro: línea cinco, color verde. Cuando llega el tren, ocupo un asiento, el más cercano a las puertas de salida de los cuatro que hay libres justo enfrente, a la derecha desde el punto de vista de quien accede al convoy. Ella dormita sentada en la plaza opuesta a la mía. Entonces somos los únicos pasajeros del coche. Es morena y más allá de apreciaciones estéticas acerca de su aspecto físico y atuendo, llama la atención por un detalle que pudiera calificarse de pastoril: entre sus manos “brota” una espiga verde en otra hora perteneciente a no se sabe que jardín o descampado de la ciudad. El trayecto será largo. Acabamos de partir de “Carabanchel”. Me voy durmiendo...

Sobresaltado despierto. El tren se ha detenido y estoy a punto de ponerme en pie. Callao. Todavía queda bastante. Sin embargo... Además de lo nutrido de la concurrencia, resulta que la morena durmiente, que sigue en brazos de Morfeo, vestida igual, peinada igual, en idéntica postura, trocó la campestre mata de primaveral arrobo, según podríase haber escrito como verso de madrigal algo cursi, en cereal granado.

Recuerdo jornadas de formidable retraso en los transportes públicos, pero no creo que sea el caso habernos saltado algo más que una estación del metropolitano de Madrid.

Vuelvo a dormirme.

Cuando abro los ojos de nuevo las puertas del vagón se abren y, entre las personas que se apean en Suances, está la señora que me acompañó o a la que acompañé en sueños. Ni ramas, ni sarmientos en sus manos: un niño rubio como el trigo, un chavalín de oro, salta feliz al andén presa su manita de la de la señora que dije.

Al llegar al estacionamiento de la Continental, junto a la Autovía de Aragón, ya a cielo abierto, es de noche y veo marchar el autobús que pretendía tomar.

Duermo demasiado.

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